espejada
lucrecia ya no era lucrecia. eso sentía ella. se observaba y sabía que no era así, que algo le había sucedido. ¿qué pasó entre vos y yo?, ironizaba frente a la crueldad implícita de su presencia frente al espejo.
podría mirar para otro lado, es cierto, pero no lo hace. a sus cuarenta y pico -porque merece que yo sea caballero-, podría tranquilamente tomar la posición de mujer superada y profunda que está en la flor del intelecto y que busca un compañero de vida para pasar sus mejores momentos y que el hombre que no lo sepa entender será que no está lo suficientemente maduro o mentalmente despierto para acompañar a una dama de su talla. sin embargo, no. lucrecia insiste en enfrentarse al espejo.
se pasa el dedo índice por las estrías de sus pechos y lo sigue con los ojos. la celulitis... los muslos excedidos... no puede evitar la autocrítica. es cruel. detrás suyo ve la cama desordenada, llena de ropa tirada por la inminente elección de un atuendo correcto para la cita de esta noche. nombre: león. edad: treinta y cinco.
un hombre más joven nunca está mal, dirán sus amigas que intentan levantarle el ánimo. sin embargo, lucrecia dice ser realista: estoy en la mala, se me pasó el cuarto de hora. van a insistirle: en la mala, pero salís con un hombre más joven que vos, hija de puta. y ella no va a seguir con el tema para no develar que el tal león no es otra cosa que un gatito doméstico que todavía vive con sus padres y duerme en cama individual. lucrecia va a preferir el silencio porque a veces le molesta mucho eso de tener razón en su contra.
lucrecia ya no era lucrecia. eso sentía ella. se observaba y sabía que no era así, que algo le había sucedido. ¿qué pasó entre vos y yo?, ironizaba frente a la crueldad implícita de su presencia frente al espejo.
podría mirar para otro lado, es cierto, pero no lo hace. a sus cuarenta y pico -porque merece que yo sea caballero-, podría tranquilamente tomar la posición de mujer superada y profunda que está en la flor del intelecto y que busca un compañero de vida para pasar sus mejores momentos y que el hombre que no lo sepa entender será que no está lo suficientemente maduro o mentalmente despierto para acompañar a una dama de su talla. sin embargo, no. lucrecia insiste en enfrentarse al espejo.
se pasa el dedo índice por las estrías de sus pechos y lo sigue con los ojos. la celulitis... los muslos excedidos... no puede evitar la autocrítica. es cruel. detrás suyo ve la cama desordenada, llena de ropa tirada por la inminente elección de un atuendo correcto para la cita de esta noche. nombre: león. edad: treinta y cinco.
un hombre más joven nunca está mal, dirán sus amigas que intentan levantarle el ánimo. sin embargo, lucrecia dice ser realista: estoy en la mala, se me pasó el cuarto de hora. van a insistirle: en la mala, pero salís con un hombre más joven que vos, hija de puta. y ella no va a seguir con el tema para no develar que el tal león no es otra cosa que un gatito doméstico que todavía vive con sus padres y duerme en cama individual. lucrecia va a preferir el silencio porque a veces le molesta mucho eso de tener razón en su contra.
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hoy, viernes, capítulo sesenta y siete de chico de country.
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Etiquetas: mis textos, mujeres