28.2.08 

el mejor escritor del mundo
No soy lo que esperaba. No soy el mejor escritor del mundo. Ni siquiera soy un buen escritor. Los cientos de miles de palabras que escribí a lo largo de mi vida fueron el intento desesperado por alcanzar la resonancia que en mí despertaban las palabras de otro escritor. Fui la sombra de ese otro que fue mutando en otros con el tiempo...
derrumbe, de daniel guebel - página 174 - literatura mondadori

este párrafo me pareció el mejor de derrumbe, la última novela de daniel guebel. me gusta por la contundencia con la que sintetiza la moral artística en caída libre del escritor frustrado.
no había leído nada de guebel. sólo me había interesado la vida por perón (emecé 2004) pero postergué su compra. después de un tiempo, preferí comenzar su obra por derrumbe debido a que desató en los blogs culturales un debate que terminó siendo doble: primero, la crítica a la obra, el debate clásico; y segundo, al igual que con era el cielo de sergio bizzio, la crítica de la crítica de la crítica, el debate cirsense.
me permito participar sólo del primero: la novela no me dejó demasiado. avanza bien cuando el protagonista relata (a veces con buena letra) las decantaciones que hace de la soledad que le produjo la separación de su esposa y el alejamiento de su hija, pero el texto pierde fuerza en las anécdotas sin demasiado sustento que terminan por desanimar un poco la lectura de una novela corta, 188 páginas de líneas a doble espacio y letra gentil para miopes como yo.

también
para los que quieran leer, les dejo el primer capítulo de derrumbe.

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10.2.08 

el oficio de ser crítico
el perseguidor, estupendo y archi recomendado cuento del escritor argentino julio cortázar, desde siempre ha sido señalado como una especie de ventana a la vida del artista perturbado, particularmente dirigido al saxofonista de jazz charlie parker; incluso en la solapa de las armas secretas, que es el libro que contiene el relato, lo describe como "un examen sagaz, apasionado y alucinante de la conciencia creadora del artista". okey, estamos de acuerdo, pero además el texto describe el oficio de ser crítico en estos párrafos que seleccioné:

Soy un crítico de jazz lo bastante sensible como para comprender mis limitaciones, y me doy cuenta de que lo que estoy pensando está por debajo del plano donde el pobre Johnny trata de avanzar con sus frases truncadas, sus suspiros, sus súbitas rabias y sus llantos. A él le importa un bledo que yo lo crea genial, y nunca se ha envanecido de que su música esté mucho más allá de la que tocan sus compañeros. Pienso melancólicamente que él está al principio de su saxo mientras yo vivo obligado a conformarme con el final. Él es la boca y yo la oreja, por no decir que él es la boca y yo... Todo crítico, ay, es el triste final de algo que empezó como sabor, como delicia de morder y mascar. Y la boca se mueve otra vez, golosamente la gran lengua de Johnny recoge un chorrito de saliva de los labios. Las manos hacen un dibujo en el aire.
...
Como es natural mañana escribiré para Jazz Hot una crónica del concierto de esta noche. Pero aquí, con esta taquigrafía garabateada sobre una rodilla en los intervalos, no siento el menor deseo de hablar como crítico, es decir de sancionar comparativamente. Sé muy bien que para mí Johnny ha dejado de ser un jazzman y que su genio musical es como una fachada, algo que todo el mundo puede llegar a comprender y admirar pero que encubre otra cosa, y esa otra cosa es lo único que debería importarme, quizá porque es lo único que verdaderamente le importa a Johnny.
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Me ha empezado a inquietar la cara de Johnny, su excitación. Cada vez resulta más difícil hacerlo hablar de jazz, de sus recuerdos, de sus planes, traerlo a la realidad. (A la realidad; apenas lo escribo me da asco. Johnny tiene razón, la realidad no puede ser esto, no es posible que ser crítico de jazz sea la realidad, porque entonces hay alguien que nos está tomando el pelo. Pero al mismo tiempo a Johnny no se le puede seguir así la corriente porque vamos a acabar todos locos.)
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Yo que me he pasado la vida admirando a los genios, a los Picasso, a los Einstein, a toda la santa lista que cualquiera puede fabricar en un minuto (y Ghandi, y Chaplin, y Stravinsky), estoy dispuesto como cualquiera a admitir que esos fenómenos andan por las nubes, y que con ellos no hay que extrañarse de nada. Son diferentes, no hay vuelta que darle.
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Lo malo es que si sigo así voy a acabar escribiendo más sobre mí mismo que sobre Johnny. Empiezo a parecerme a un evangelista y no me hace ninguna gracia.
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Pasarán quince días vacíos; montones de trabajo, artículos periodísticos, visitas aquí y allá -un buen resumen de la vida de un crítico, ese hombre que sólo puede vivir de prestado, de las novedades y las decisiones ajenas. Hablando de lo cual una noche estaremos Tica, Baby Lennox y yo en el Café de Flore, tarareando muy contentos Out of nowhere y comentando un solo de piano de Billy Taylor que a los tres nos parece bueno, y sobre todo a Baby Lennox que además se ha vestido a la moda de Saint Germain-des-Prés y hay que ver cómo le queda. Baby verá aparecer a Johnny con el arrobamiento de sus veinte años, y Johnny la mirará sin verla y seguirá de largo, hasta sentarse solo en otra mesa, completamente borracho o dormido. Sentiré la mano de Tica en la rodilla.
...
No me voy a poner a decirle que su edad mental no le permite comprender que ese inocente juego de palabras encubre un sistema de ideas bastante profundo (a Leonard Feather le pareció exactísimo cuando se lo expliqué en Nueva York) y que el paraerotismo del jazz evoluciona desde tiempos del washboard, etc. Es lo de siempre, de pronto me alegra poder pensar que los críticos son mucho más necesarios de lo que yo mismo estoy dispuesto a reconocer (en privado, en esto que escribo) porque los creadores, desde el inventor de la música hasta Johnny pasando por toda la condenada serie, son incapaces de extraer las consecuencias dialécticas de su obra, postular los fundamentos y la trascendencia de lo que están escribiendo o improvisando. Tendría que recordar esto en los momentos de depresión en que me da lástima no ser nada más que un crítico.

les dejo el cuento para que lo lean (o lo relean) pero principalmente para puedan continuar con las definiciones del oficio de ser crítico con el último párrafo de el perseguidor.



también
la crítica de las armas secretas redactada por el escritor y gran cuentista argentino abelardo castillo.

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¿quién soy?

  • un tipo que escribe lo que su miopí­a galopante le permite ver.
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