19.3.08 

espinas
desde el momento en que llegamos de las vacaciones y descubrimos que nos habían robado en casa, la estabilidad mental que me proporcionaba una hipotética sensación de seguridad en mi hogar se esfumó. mis hijos son ahora un engranaje aún más grande en la maquinaria del miedo que uno por el solo hecho de ser un ciudadano está acostumbrado a soportar. por otro lado, tampoco es que me levante cada mañana y le rece al de arriba para que todo esté bien ni nada por el estilo. no lo tengo presente a toda hora. pero está ahí. me pincha apenas, sin urgencia, como una astilla encarnada en mi cabeza. lo puedo ver en mi cara reflejada en el espejo de la ferretería, ese que ponen para controlar que, cuando están buscando algo de espaldas, no le roben nada del mostrador. me veo despeinado, la cara gris, los ojos como huecos. todavía con el olor al vómito de mi mujer en la nariz, comprando un reemplazo para las puntas de vidrio que yo mismo había puesto en mi medianera y que los ladrones habían hecho añicos, puta que me parió, con un simple martillo o un cascote.
salí de casa. con arcadas y todo. mi escape triunfal. el hombre de la casa, sin valor, aterrado, abre la puerta y se va, así, de golpe, sin decir nada, mintiéndose la urgencia como si fueran a robarle otra vez, ya, en cinco minutos. karina se quedó con los chicos, vomitada, destruida, les explica el desastre y los abraza mientras lloran por la tele y la computadora, seguro. pero camino apurado, rápido, no hay quien me detenga, soy un padre y esposo aterrado, tengo derecho a todo. doblo a la izquierda en la esquina de la panadería con gesto grave, saludan, no respondo, no quiero hablar del tema, llego a la ferretería y el buen día hipócrita.
el ferretero, que transpira como un sapo y me hace sentir realmente el calor que hace, me señala con el dedo extendido hacia la pared una seguidilla de diferentes pinches negros diseñados para las medianeras y busco el más dañino; el mejor método de tortura mental, a distancia y por anticipación que exista en el mundo. yo, que le tengo terror a las abejas, intentando defender mi hogar y mi gente con la ayuda pedagógica del ferretero indignado por la noticia; un ferretero energúmeno, casi taxista, nada sentimental, vendedor: porque con esto... esos hijos de puta... y yo, pulido impecablemente por el miedo, lo escucho sin poder evitar mirarle las aureolas de los sobacos que asoman sin la necesidad de que gesticule demasiado; lo entiendo, le digo ahá y también lo interrumpo subiendo un poco el tono: está bien, me llevo esas que tienen forma cruzada, así, le figuro con las manos. pero el ferretero me mira con cara de no entiendo y, con una amabilidad que podría ponerse en tela de juicio, le digo: esas, las… quintas de arriba para abajo… no hay caso. entonces, ya harto, mantengo el índice derecho como puntero y le cuento las filas de pinches con los cinco dedos de mi mano izquierda: uno, dos, tres, cuatro, cinco… aaaaaaaah, logra ubicarlas, pero parado en el colmo de mi estupidez por no poder hallar la palabra espinas, insisto: esas que se parecen a las que tenía jesús cuando lo crucificaron, y el caradura me mira horrorizado.

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9.3.08 

tim burton: el fabulador
una historia simple: un barbero que regresa por venganza, a asesinar gente. de eso trata el musical teatral sweeney todd adaptado al cine bajo un relato que, con la fábula como guía, hace equilibrio entre la crueldad y la inocencia, típica soga tensa que lleva a la mano de tim burton; uno de los directores de los que espero un estreno o el que, luego de leer una entrevista, me catapulta hacia alguno de sus directores o películas preferidas como siguiéndole la huella artística por ramificación, mezcla de fanatismo y aprendizaje.
por maquillajes, ambientación, escenografías, arte digital y etcétera, sweeney todd se asemeja a la intención visual de charlie y la fábrica de chocolate (basada en la novela del galés roald dahl) que el director describe a continuación:

(...) Para mí lo importante era que teníamos que darle al río de chocolate una verdadera sensación de chocolate, con densidad, que no fuera simplemente agua teñida de marrón. Por eso intentamos utilizar un auténtico sucedáneo de chocolate para darle movimiento y textura. Y queríamos que la cascada de chocolate fuera muy real, en contraposición a la imagen de ordenador, así que Alex, Joss Williams, el chico de los efectos, y yo pasamos un montón de tiempo experimentando con diferentes consistencias y densidades. (...)
(...) como queríamos que las plantas tuvieran un aspecto orgánico, no falsas del todo, en algunas partes se nos ocurrió utilizar plantas reales, o pintarlas, a fin de poder distinguir claramente entre el momento en que empezaban a parecer demasiado falsas y el momento en que empezaban a parecer demasiado reales. Teníamos que encontrar un difícil balance, un medio camino, algo que fuera al mismo tiempo real e irreal. (...)
-Siguiendo la línea de su enfoque realista, Burton decidió entrenar cuarenta ardillas durante cinco meses para que hicieran la escena de la sala de las nueces (en la que pelan nueces y atacan a Veruca y a su odioso padre) en vez de confiar en el ordenador. En su última fase, la escena se completó con imágenes del ordenador y ardillas animatrónicas, pero en los primeros planos y en las acciones principales eran de verdad.
-Me sentía a la altura de El señor de los anillos y ese tipo de películas de alta tecnología... Esta película no es de ese tipo. Es una película cara, pero no de acción, no es realmente convincente en ese terreno. Por eso no me parecía razonable apoyarme demasiado en la tecnología. Tenía la sensación de que, en conjunción con los chicos, necesitaba verme rodeado de un ambiente que ayudara al proceso, que hiciera el rodaje más fácil y rápido. La primera vez que una ardilla de verdad me saltó al hombro sentí una cosa espeluznante y asombrosa. Y para Julia Winter, que interpretaba a Veruca, fue mucho más fácil reaccionar de una manera creíble. (...)
(fragmentos de tim burton por tim burton, editorial alba trayectos)

también sweeney todd, burton logra una personalísima textura visual, mezcla de realidad cercana al dibujo y de dibujos cercanos a esa realidad caricaturizada. viste el cuento a su estilo y, por eso, más allá de que conforme o no la historia, si esa distancia fuera posible, burton encanta otra vez desde el tratamiento de la imagen al mismo tiempo en que hace un nuevo intento en eso de conversar con el niño que cada espectador lleva dentro.

como ejemplo, les dejo los créditos iniciales de la película que me parecieron geniales.
una recomendación: déjenlo cargar.





también
para la inevitable comparación, les dejo los créditos iniciales de charlie y la fábrica de chocolate.

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28.2.08 

el mejor escritor del mundo
No soy lo que esperaba. No soy el mejor escritor del mundo. Ni siquiera soy un buen escritor. Los cientos de miles de palabras que escribí a lo largo de mi vida fueron el intento desesperado por alcanzar la resonancia que en mí despertaban las palabras de otro escritor. Fui la sombra de ese otro que fue mutando en otros con el tiempo...
derrumbe, de daniel guebel - página 174 - literatura mondadori

este párrafo me pareció el mejor de derrumbe, la última novela de daniel guebel. me gusta por la contundencia con la que sintetiza la moral artística en caída libre del escritor frustrado.
no había leído nada de guebel. sólo me había interesado la vida por perón (emecé 2004) pero postergué su compra. después de un tiempo, preferí comenzar su obra por derrumbe debido a que desató en los blogs culturales un debate que terminó siendo doble: primero, la crítica a la obra, el debate clásico; y segundo, al igual que con era el cielo de sergio bizzio, la crítica de la crítica de la crítica, el debate cirsense.
me permito participar sólo del primero: la novela no me dejó demasiado. avanza bien cuando el protagonista relata (a veces con buena letra) las decantaciones que hace de la soledad que le produjo la separación de su esposa y el alejamiento de su hija, pero el texto pierde fuerza en las anécdotas sin demasiado sustento que terminan por desanimar un poco la lectura de una novela corta, 188 páginas de líneas a doble espacio y letra gentil para miopes como yo.

también
para los que quieran leer, les dejo el primer capítulo de derrumbe.

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10.2.08 

el oficio de ser crítico
el perseguidor, estupendo y archi recomendado cuento del escritor argentino julio cortázar, desde siempre ha sido señalado como una especie de ventana a la vida del artista perturbado, particularmente dirigido al saxofonista de jazz charlie parker; incluso en la solapa de las armas secretas, que es el libro que contiene el relato, lo describe como "un examen sagaz, apasionado y alucinante de la conciencia creadora del artista". okey, estamos de acuerdo, pero además el texto describe el oficio de ser crítico en estos párrafos que seleccioné:

Soy un crítico de jazz lo bastante sensible como para comprender mis limitaciones, y me doy cuenta de que lo que estoy pensando está por debajo del plano donde el pobre Johnny trata de avanzar con sus frases truncadas, sus suspiros, sus súbitas rabias y sus llantos. A él le importa un bledo que yo lo crea genial, y nunca se ha envanecido de que su música esté mucho más allá de la que tocan sus compañeros. Pienso melancólicamente que él está al principio de su saxo mientras yo vivo obligado a conformarme con el final. Él es la boca y yo la oreja, por no decir que él es la boca y yo... Todo crítico, ay, es el triste final de algo que empezó como sabor, como delicia de morder y mascar. Y la boca se mueve otra vez, golosamente la gran lengua de Johnny recoge un chorrito de saliva de los labios. Las manos hacen un dibujo en el aire.
...
Como es natural mañana escribiré para Jazz Hot una crónica del concierto de esta noche. Pero aquí, con esta taquigrafía garabateada sobre una rodilla en los intervalos, no siento el menor deseo de hablar como crítico, es decir de sancionar comparativamente. Sé muy bien que para mí Johnny ha dejado de ser un jazzman y que su genio musical es como una fachada, algo que todo el mundo puede llegar a comprender y admirar pero que encubre otra cosa, y esa otra cosa es lo único que debería importarme, quizá porque es lo único que verdaderamente le importa a Johnny.
...
Me ha empezado a inquietar la cara de Johnny, su excitación. Cada vez resulta más difícil hacerlo hablar de jazz, de sus recuerdos, de sus planes, traerlo a la realidad. (A la realidad; apenas lo escribo me da asco. Johnny tiene razón, la realidad no puede ser esto, no es posible que ser crítico de jazz sea la realidad, porque entonces hay alguien que nos está tomando el pelo. Pero al mismo tiempo a Johnny no se le puede seguir así la corriente porque vamos a acabar todos locos.)
...
Yo que me he pasado la vida admirando a los genios, a los Picasso, a los Einstein, a toda la santa lista que cualquiera puede fabricar en un minuto (y Ghandi, y Chaplin, y Stravinsky), estoy dispuesto como cualquiera a admitir que esos fenómenos andan por las nubes, y que con ellos no hay que extrañarse de nada. Son diferentes, no hay vuelta que darle.
...
Lo malo es que si sigo así voy a acabar escribiendo más sobre mí mismo que sobre Johnny. Empiezo a parecerme a un evangelista y no me hace ninguna gracia.
...
Pasarán quince días vacíos; montones de trabajo, artículos periodísticos, visitas aquí y allá -un buen resumen de la vida de un crítico, ese hombre que sólo puede vivir de prestado, de las novedades y las decisiones ajenas. Hablando de lo cual una noche estaremos Tica, Baby Lennox y yo en el Café de Flore, tarareando muy contentos Out of nowhere y comentando un solo de piano de Billy Taylor que a los tres nos parece bueno, y sobre todo a Baby Lennox que además se ha vestido a la moda de Saint Germain-des-Prés y hay que ver cómo le queda. Baby verá aparecer a Johnny con el arrobamiento de sus veinte años, y Johnny la mirará sin verla y seguirá de largo, hasta sentarse solo en otra mesa, completamente borracho o dormido. Sentiré la mano de Tica en la rodilla.
...
No me voy a poner a decirle que su edad mental no le permite comprender que ese inocente juego de palabras encubre un sistema de ideas bastante profundo (a Leonard Feather le pareció exactísimo cuando se lo expliqué en Nueva York) y que el paraerotismo del jazz evoluciona desde tiempos del washboard, etc. Es lo de siempre, de pronto me alegra poder pensar que los críticos son mucho más necesarios de lo que yo mismo estoy dispuesto a reconocer (en privado, en esto que escribo) porque los creadores, desde el inventor de la música hasta Johnny pasando por toda la condenada serie, son incapaces de extraer las consecuencias dialécticas de su obra, postular los fundamentos y la trascendencia de lo que están escribiendo o improvisando. Tendría que recordar esto en los momentos de depresión en que me da lástima no ser nada más que un crítico.

les dejo el cuento para que lo lean (o lo relean) pero principalmente para puedan continuar con las definiciones del oficio de ser crítico con el último párrafo de el perseguidor.



también
la crítica de las armas secretas redactada por el escritor y gran cuentista argentino abelardo castillo.

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25.1.08 

vomitar letras
la escritura muchas veces resulta un método de vaciamiento, el depósito catárquico del autor enbroncado, aflijido, nostálgico, desamorado o cualquier otro tipo de motor para la máquina obsesiva de teclear y teclear que, en algunos casos, termina libros de una sentada. a esta manera de abordar la escritura se refirió el norteamericano chuck palahniuk (autor del libro que dio origen a la película el club de la pelea) en una entrevista que dio a el país por el lanzamiento de rant, la vida de un asesino, su primera novela de ciencia ficción.
-Rant es una onomatopeya de arcada. ¿Cuánto de vómito hay en ella?
-Con toda su crudeza, el vómito es una reacción que nos protege. Es un rechazo físico que previene el envenenamiento.
-¿Y de qué veneno quería librarse?
-Bueno, no quería caer en la nostalgia de la madurez, en ese sentimiento que te hace mirar atrás y pensar cuánto mejor era tu vida en el pasado, por ejemplo, la mía en el pueblo en el que crecí. Este libro me ha permitido regresar a aquel paisaje y ver lo horrible que era. He arrojado cualquier nostalgia.
-¿Sigue esto la ruta de la escritura del riesgo que aprendió junto a Tom Spanbauer?
-Sí. Este tipo de escritura te permite regresar a un recuerdo, a una experiencia que está sin resolver y que debes asimilar porque es parte de tu vida, de tu pasado, pero también de tu presente. Se puede entender como un vómito, pero también como una exploración, que te permite alcanzar una comprensión profunda de las cosas que te enfadan. Así, llegas a tolerarlas. Es un trabajo terrible y desagradable llegar a ese primer borrador, como dice Tom, hay algo de defecación en este proceso.

también
les dejo el comienzo de un cuento impactante de palahniuk: tripas.

Tomen aire.
Tomen tanto aire como puedan. Esta historia debería durar el tiempo que logren retener el aliento, y después un poco más. Así que escuchen tan rápido como les sea posible.
Cuando tenía trece años, un amigo mío escuchó hablar del “pegging”. Esto es cuando a un tipo le meten un pito por el culo. Si se estimula la próstata lo suficientemente fuerte, el rumor dice que se logran explosivos orgasmos sin manos. A esa edad, este amigo es un pequeño maníaco sexual. Siempre está buscando una manera mejor de estar al palo. Se va a comprar una zanahoria y un poco de jalea para llevar a cabo una pequeña investigación personal. Después se imagina cómo se va a ver la situación en la caja del supermercado, la zanahoria solitaria y la jalea moviéndose sobre la cinta de goma. Todos los empleados en fila, observando. Todos viendo la gran noche que ha planeado.


para seguir leyéndolo, click acá.

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18.1.08 

marcos-6/kafka
nunca había estado tres días a la deriva, sin nada que hacer ni lugar dónde ir. caminó horas y horas, exploró, y sólo se detuvo para dormir, comer y comprar coca-cola. durante el encierro había extrañado la coca-cola. su hijo, su mujer, todo lo que lo destruía por dentro, pero el hombre también está hecho de estas pequeñas cosas, costumbres. por eso, cuando volvió a beber ese gusto dulce y las burbujas le cosquillearon el paladar se sintió estúpidamente completo; eructó salvaje, alarido leónico, y ya habría tiempo para volver a las implosiones solapadas de caballero inglés.
una de las dos noches, descansó en un banco de la estación de tren; no sabía por qué razón, pero ahí los perros no ingresaban con tanta facilidad. durmió sentado porque pensó que la imagen desde lejos de un tipo sentado era más activa la de alguien acostado que presumiblemente estaría durmiendo. obvio. cuando despertó era todavía de madrugada y no había sol. no había podido casi dormir. sólo descansó en alerta, perseguido, una especie de stand by para ahorrar energías pero nada de desenchufarse. el cansancio de la caminata nunca pudo contra el vibrato intraterreno de cada arribo del tren y el posterior anuncio por altoparlantes. abrió los ojos de a poco, pero sabía que no iba a volver a intentar dormirse. vio gente que subía y más gente que bajaba del tren y en ese vistazo percibió la presencia de un hombre recostado al otro lado del banco. se paró sobresaltado y ese movimiento lo despertó.
tranquilo, kafka, que no muerdo como esos perros de mierda, le dijo el hombre; hablaba como en cámara lenta, parecía borracho. aunque su cuerpo estaba estático, marcos estaba en guardia, ya había tenido demasiado con su primer encuentro callejero. el tipo siguió: tranquilo, kafka, tranquilo, soy sólo un escritor frustrado durmiendo en su último lugar de trabajo, en definitiva, un colega, nada más que eso. marcos no dijo nada. siguió mirándolo fijo y le descubrió su joroba mientras se incorporaba; su almohada era un mamotreto de hojas de diferentes tamaños atadas. el escritor sacó un cigarrillo medio roto del bolsillo izquierdo del pecho de su camisa roñosa, lo miró como inspeccionándolo, se peinó el bigote cano y aceitoso como si corriera la cortina de su boca, lo partió a la mitad y encendió una punta.
te parecés a kafka, insistió. volvió a pitar y justificó: por las orejas, viste. marcos se dio vuelta y comenzó a caminar. el escritor quedó solo, hablando como un loco. marcos sintió que tenía que irse. no le interesaba establecer contacto con ese tipo, ni con nadie. en pocos pasos, llegó a los molinetes de la estación y saltó. después de unos metros, caminó con el alivio de no ser visto, la invisibilidad de ser nadie.

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11.1.08 

la muerte, dos puntos
la muerte es una mierda, eso no lo descubrí yo, pero es lo primero que se me ocurre en este vómito que es como si sacara un tapón y me desagotara todo junto. vi la muerte bien de cerca el miércoles 12 de diciembre a las 4:50 y los días posteriores no pude escribir nada. la vi, después de una espera insoportable, pasarela de electroshock incluida, cuando entré a terapia intensiva y la miré a los ojos, abiertos, vacíos. tenía la boca abierta como una caverna helada y mi mamá la abrazaba llorando, como si ese cuerpo inerte todavía fuera su hermana. mi madrina.
pienso en la muerte desde hace tiempo. leí que dijo camus que eso es de personas sensatas y es un consuelo estúpido, pero cuando a la noche no puedo dormir y se me pasa por la cabeza tener en cuenta (aunque uno lo sepa desde hace tiempo) que todo se va a terminar en algún momento y le sumo la idea abrumadora de que además puede ser de repente, por más estúpido que suene, encuentro consuelo, y sobre todo distracción, en los libros. entonces aparece camus y compañía.
antes de vivir la muerte de cerca, es decir: antes de que falleciera mi abuelo y hace poco mi madrina, yo me iba a dormir pensando en la posibilidad de que todo esto que entendemos como vida real no sea tal cosa, sino más bien una especie extraña de estado de conciencia en el que podemos ver y tocar. como un sueño creíble. bastante antes de pensar en esas cosas, de más chiquito, soñaba siempre con que, un día de lluvia, me caía del balcón del departamento en que vivía sobre juan b justo y abajo me esperaba el tiburón de la película y me rompía los huesos de un mordisco. moría, claro, pero ahí está la paradoja de lo real y lo irreal: en ese entonces, luego de morir en el sueño, despertaba asustadísimo. una resurrección, ahí tienen. este sueño reiterativo hizo que mucho tiempo después, de curioso, consultara a un psicólogo amigo y me develó que varias generaciones están muy influenciadas por esa película, que incluso hay gente que le ha tomado una especie de pánico al mar. una auténtica pesadilla. nada del otro mundo. qué se yo.
antes de lo de mi tía, lo más cercano que había vivido a la muerte, desde un lugar activo y no como el nene al que le comunican la cuestión, fue cuando un día cualquiera entré a casa preocupado por saber cómo estaría mi perra mara, recién operada de unos tumores, y cuando intenté abrir la puerta de mi casa estaba trabada del otro lado. era el peso muerto del cuerpo de mara. entré a casa a la fuerza, llorando, la levanté en brazos y, chorreando pis y algo de mierda, la llevé a mi jardín. agarré una pala que estaba a mano porque los albañiles andaban de obra en casa y cavé el pozo llorando. era mediodía y yo volvía de algún lado; iba a la secundaria, me parece. lloviznaba, pero no hacía frío. o si hacía no lo sentía. la enterré y fue terrible cuando tuve que doblarle las patas con fuerza para que entrara de alguna manera en ese pozo. el primer crack me dolió en el alma.
antes que nada había muerto mi abuelo antonio. eso es lo primero que recuerdo relacionado a la muerte. yo era chico, no sé cuántos años tendría, pero todavía no era alguien que pudiera consolar. tenía menos de 11 años, seguro. mi abuelo desde hacía años venía con infartos y consecuencias del pucho que combatió en la fundación favaloro. me acuerdo del coso metálico en la puerta del lugar, de cómo me colaba fuera del horario de visita y de algunos médicos en particular. de todo eso me acuerdo bien. de lo que no tengo un gran recuerdo es de la mañana de su muerte. me acuerdo que me levanté porque escuché ruidos. no sabía que eran llantos y todo eso, pero tuve la sensación de que esa mañana no era igual a todas. algo había pasado. me levanté y mi mamá me dijo: murió el abuelo. desecha y todo, no era su papá, era mi abuelo. madre. má. ese es todo el recuerdo que tengo. después lloré y no fui al velatorio. estaba mal. quería mucho a mi abuelo. mucho. él me había enseñado a silbar pasadito el año de vida y a los seis a jugar al truco. la noche anterior a su muerte jugamos un treinta en su habitación, tirados en la cama, frente a frente. él haciéndome chistes, gastándome porque iba ganándome. no me acuerdo quién ganó, qué cagada. días después, no sé cuándo me lo dijeron, pero me enteré que el paro cardíaco le agarró después de bañarse y afeitarse, viejo coqueto hasta el final. cayó desplomado en el baño. era el día del amigo, acabo de acordarme.
volviendo al comienzo, ayer llevé el certificado de defunción de mi tía a una empresa de préstamos. consulté cómo era el trámite para estos casos y me dijeron que esperara un segundo. ante una fila de seis personas, me atendieron primero. agradecí, hice la entrega del caso y salí satisfecho y con constancia en mano, pero en el camino de vuelta a casa pensé en el respeto que impone la muerte. hasta un mal que no discrimina a nadie como la burocracia sucumbe frente a la potencia de la muerte.
lo último que me queda de la muerte es una charla con mi abuela justo en el momento en que velábamos a mi tía. yo estaba consolándola, diciéndole que la quiero mucho, que teníamos que llorar juntos y que de a poco todo iba a mejorar. ya va a pasar, quedate tranquila, le dije. entonces dejó de llorar, me miró seria y fue terminante como nunca antes: yo te digo que no pasa. hice silencio y pensé como si no lo supiera: esposo e hija. es como si nos arrancaran partes de nosotros, me dijo llorando. me sentí de más en la situación. inocente. estúpido. no sabía qué hacer.
con el pasar de los días casi en lo único en lo que pensé fue en esta charla con mi abuela. me quedó grabado en la cabeza y en todos los viajes al trabajo no paré de repasar la situación. me di máquina todos los putos días e insólitamente, terminé asociándolo con todo lo que escribí líneas arriba y repitiéndome esa última frase de mi abuela me acordé de algo que me comentó una vez luis, un tipo manco que conocí en un viaje hace tiempo y que soportó que le preguntara infinidad de cosas vinculadas a eso. él me dijo que muchas veces los mancos tienen la sensación de tener la parte que les falta. a todos nos pasa, me aseguró.

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  • un tipo que escribe lo que su miopí­a galopante le permite ver.
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