26.1.07 

perro muerto
discutía con su mujer mientras sacaba marcha atrás el auto del garage. se iba. incluso tocó la bocina para taparle los gritos llorosos y salió arando. rechinaron las gomas y se escuchó el impacto y el aullido seco. ambos se quedaron callados. el rostro de karina había cambiado: los ojos sorprendidos y los gestos acercándose de a poco al horror. darío había atropellado al cocker spaniel del vecino y ahora karina lloraba por la discusión y por el perro que estaba muerto, con la lengua afuera.
ella los ama y hubiera llorado por cualquier perro, pero darío, que no tiene nada en contra de los perros, no pudo evitar pensar en cómo le contaría aquello al puto; porque, para el barrio, y para ellos, su vecino, antes que vecino, era el puto. uno de esos putos que quieren mucho a sus mascotas, claro. y mucho más en el caso del cocker, que había aparecido cuando rolando -o roli, como se hizo conocer en este tiempo- ya vivía junto a su ex pareja. eso se había comentado entre vecinas y karina le había llegado con el dato una noche en que quería captar su atención, pero terminó siendo tan insignificante como el pedacito de churrasco escondido detrás de un premolar viendo el resumen de la carrera de fórmula uno de la madrugada del domingo.
todavía lloraba karina y él comenzaba a hacer el pozo en su jardín. colita correteaba de acá para allá con su aire de pizpireta todo el tiempo, olía y hacía la fiesta del perro muerto moviendo la cola y ladrando a puro salto. el cielo negrísimo entregaba una llovizna digna de verano sofocante y karina, muy triste, lo observaba todo desde el techito del patio, al lado del tender colgado en la ventana, conteniendo el pensamiento ingrato: su marido le estaba destrozando su estupendo jardín cuidado y sembrado durante toda la primavera por un pobre perro que había atropellado por discutir con ella.
la lluvia ya no era llovizna cuando terminó el pozo. exhausto, sólo le quedaba hacer entrar al perro. tenía las patas duras, sucias con mierda y orín, y por más que lo intentó, le fue imposible meterlo en aquel pozo. corrió al perro, lo observó, la boca abierta, la lengua afuera, los ojos abiertos, miró la pala, la tierra ya húmeda, sus zapatillas embarradas, sintió el puntazo en aquella vieja hernia de disco, y no quiso cavar más. observó a karina detrás de la catarata de agua que los separaba y agarró las patas del perro y se las quebró con fuerza y asco, menos fuerza que asco. crack, crak, y más asco. karina volvió a romper en llanto, como acompañando la descarga eléctrica de los relámpagos que parecían partir el cielo en dos, y luego el trueno, claro.
una hora después, con el cocker enterrado, las zapatillas en el patio y darío bañándose, karina se dio cuenta recién ahora, al mismo tiempo en que preparaba un té con limón para el futuro engripado: darío no le diría jamás a su vecino gay que le había matado el perro.
darío salió de bañarse con la toalla a la altura de la cintura y, cuando iba a entrar a la habitación, ella lo detuvo.
-no es justo que no le digas que le mataste el perro.
-le ¡ma-ta-mos! querrás decir.
-vos lo mataste.
-...
-tenés que decirle. en serio.
-andá, decile vos y que lo desentierre él.
-pero...
volvieron a discutir y ninguno de los dos se animó a comentarle nada a su vecino, que jamás preguntó nada. karina lo cruzaba cada mañana y se saludaban con la cortesía falsa de los vecinos. en el barrio tampoco decían nada y darío se sentía aliviado. nunca pensó que un conflicto así, que había sido tomado con tanto tremendismo desde un comienzo, hubiera tenido un desenlace tan simple, pero karina tenía curiosidad: el dueño de un perro no podía no hacer nada si no encontraba a su mascota por semanas.
el enigma se terminó la tarde de un sábado soleado en que se escucharon gritos desde la calle. la voz del vecino interrumpió el programa de tv y ellos dudaron en salir. primero observaron por las aberturas de la persiana, como debería estar haciéndolo todo el barrio: el puto discutía a los gritos con su ex. se insultaban de una forma graciosa, como de sainete argentino. mejor no salir, habrán pensado, era mejor observarlo todo por la ventana. incluso aquella despedida reveladora en que el ex recriminó furioso por eros.

-¡¿dónde lo tenés, hijo de puta?!
-¡no lo tengo!, se escapo. se fue atrás tuyo.
-¡vos me lo regalaste!, el perro es mío.
-te digo que ese perro estúpido se fue. no sé.
-¡hijo de puta!
silencio. darío y karina se consultaban con miradas. lo del perro no había quedado en aquella indiferencia del vecino. otra vez les volvía aquel tema del perro duro con las patas quebradas bajo la tierra. darío volvió a mirar por la ventana y, como si lo estuviera esperando, el puto pegó su zarpazo artero:

-ojalá te lo haya atropellado un auto a ese perro infeliz.

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18.1.07 

me dejó
me lo dijo y sentí que me dejaban todos los anteriores.
ya soy experta en que me dejen.
no quiero llamar a césar y que me invite a salir. él siempre está, pero no. otra vez, no. lo pensé y no. ya es demasiado que me hayan dejado una vez más. otro otra vez es redundante. no tengo que repetirme. no repetirse es señal de crecimiento. no repetirse es señal de crecimiento. eso.
cuando me dejan, siempre regreso a este diario y a los libros de filosofía que nunca le devolví a césar (me los llevé por equivocación porque todavía no habíamos desarmado las cajas de libros). jamás terminé de leer ninguno, que ya me había enganchado con otro tipo. ahora mismo estoy viendo en mi biblioteca el libro que voy a recomenzar; ni sé el título, los elijo al azar. casi siempre intento retomar desde donde quedó el señalador y hasta a veces logro acordarme de qué se trataba, pero lo principal es no leer historias ni nada. quiero textos fríos que me hagan pensar, o convencerme de que soy estúpida y que jamás voy a entender nada de lo que dice en esas páginas. la humillación mental antes que el hombre en cuestión.
ahora necesito bañarme. bañarme, volver a pasarme mis cremas, perfumarme y, antes de irme a dormir, cortarme el pelo yo misma. yo puedo. ya lo he hecho.
además, si queda mal, crece.
...
anoche cuando terminé de escribir sonó el teléfono. era césar. le llegó la factura de mi celular y me llamó.
terminó invitándome a cenar y acepté.
mientras comíamos, no paró de mirarme el flequillo.
...
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11.1.07 

la 99
ante la pregunta del profesional, lo primero que marcos recordó de cuando era chico fue que estaba perdidamente enamorado de la 99 del superagente 86. luego pensó un poco más y siguió hablando de sus primeros juguetes, de la estación de servicio, de he-man, de una vez que le revoleó un pan a un tipo de un bar que le dijo algo a su mamá, de cómo corría a recibir a su padre cuando llegaba del trabajo y de cómo se hacía el dormido cuando había hecho lío. todo eso siguió hasta que al fin...
-¡barbara feldon! -dijo exaltado.
-...
-ese era el nombre de la 99.
-¿vive?
-espero que sí. debe ser una señora hermosa.

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3.1.07 

sucedió tal cual
lancaster había nacido hermoso. de padre irlandés y madre descendiente de italianos, el pequeño martin había nacido en cuna de paja, pero su madre estaba tranquila: había sido leo. su personalidad sería suficiente para destacarse en lo que se propusiera. estaba convencida.
a tirones de pelo, la suerte, la belleza y, por sobre todas las cosas, el haber terminado en la cama de una productora de televisión entrada en años poco después de cumplir los veintiuno, llevaron a lancaster a ocupar desde su adolescencia un espacio importante en la pantalla fabricante de grandilocuencias. era galán de telenovelas. galán de pelo en pecho, beso arrebatado, cachetazo recio, frases contundentes y mirada de primerísimos planos. un producto digno de las osadas telenovelas de la noche.
salir a la calle se le volvió traumático en casi un año y medio de fama. entonces, prefirió el encierro en vez de los gritos y los tirones de ropa, pelo y otros atrevimientos de pasillo. compró un loft en un barrio de famosos y comenzó a observarlo todo desde la tv, la radio, los periódicos y la estupenda vista de su octavo piso. hizo fiestas privadas, invitó vedettes ofrecidas por peluqueros homosexuales, invitó viejos amigos desconocidos para el ambiente y conoció la marihuana, la cocaína y las drogas de diseño gracias a una modelo descarriada. las compró, las compartió con todos los demás, no pensó en suicidarse desde el balcón ni siquiera en su peor estado y descubrió tarde a led zeppelin en esos días enteros sin dormir.
actuó en novelas exitosas, filmó películas taquilleras, tuvo sexo en bambalinas, decorados y en la misma ficción. las celebridades de tv dijeron que no hubo ni habría otro como él y le siguieron pagando fortunas hasta que un día se acabó el contrato y nadie lo renovó. parecía que se había acabado todo, pero la realidad es que seguía teniendo muchísimo dinero, drogas y mujeres.
cada cuatro años, lancaster aceptaba una entrevista y decía barbaridades sobre los nuevos galanes. entrado en sus cuarenta y pico, pero todavía con la estampa que derretía el plomo, accedía al pedido de alguna periodista mujer, respondía como si todo fuera un juego, intentaba llevarla a la cama, la mayoría accedía y luego, borracho hasta el vómito, las echaba a los gritos.
reconoció hijos en cuanto rincón del país había visitado, repartió el dinero correspondiente, jamás los conoció y una tarde recibió un llamado molesto. como casi todos los que había recibido de abogados, periodistas y hasta algunos seudo amigos del último reviente.

-¿lancaster?
-ahá.
-soy connie arfuch, de sexappeal, una empresa dedicada a los placeres.
-...
-le llamará la atención mi llamado, pero es para contratarlo para uno de nuestros proyectos más ambiciosos. la empresa quiere que usted sea la cara de nuestra marca y como usted no tiene agente...

le habían ofrecido que el nuevo modelo de vibrador de sexappeal fuera a imagen y semejanza de su miembro y no pudo evitarlo: más que la cara, quieren que sea la cabeza, respondió jocoso. él nunca había hecho un desnudo completo. sólo se le había visto el culo en la popular escena de moriré por tí, del director español alex miranda ramos, pero nada más. aceptó porque le pareció divertido que una empresa dedicada al sexo, casi desconocida, se volviera popular por su participación.
sucedió tal cual. los medios se hicieron eco, pidieron entrevistas, se negó rotundamente y el producto fue un éxito descomunal al punto de tener una publicidad diaria en el primer corte comercial de la novela de las 22hs. en el ocaso de su carrera, lancaster lo había vuelto a hacer. a falta de entrevistas, los medios gráficos imprimían reseñas extensísimas de su carrera y mientras más le rogaban peor los trataba.
con casi cincuenta años y un examen de próstata en su haber, lancaster volvió a recibir otro de esos llamados. esta vez era un joven director de cine. lo invitaba a participar en su ópera prima como el malvado de la historia: un asesino fetichista que intentaba matar a una estrella de cine para ser el único que tuviera sexo con ella antes de morir. respondió que le diera un día para pensarlo, pero al cortar ya había tomado la decisión.
esa noche, después de otro fracaso nada traumático en eso de dejar las drogas, volvió a mirar la ciudad por el balcón de su octavo piso y todo estaba igual que siempre. lo único diferente seguía siendo él.

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¿quién soy?

  • un tipo que escribe lo que su miopí­a galopante le permite ver.
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