30.8.06 

la revancha
me gusta como escribís, dijo ella por msn y era un buen comienzo con marcos. no porque precisara de la bendita adulación para seguir adelante en eso de vaciarse en el teclado sino más bien porque para él la escritura era importante.
me gusta como escribís porque no tenés faltas de ortografía, completó ella la frase y ya nada estaba tan bien cómo antes. se había sentido insultado. tal vez hubiera sido sin querer, pero aquel era el peor insulto para alguien que escribe.
así se habían conocido y el tiempo fue cicatrizando aquella herida por más que ahora, que están cenando con amigos, ella haga pasear por la mesa aquel dardo artero al ego de su actual pareja. el pobre marcos se ríe pero no a carcajadas como los demás. se ríe y toma un sorbo de vino.
quiere volver borracho y tener sexo con ella, loca carcajada del alcohol; transpirar, excederse y terminar enroscados en las sábanas graciosos. será otra vez su momento. la va a mirar desarmada, con su media sonrisa de espera obvia y va a decirle su frase de revancha: me gusta cómo coges porque me hacés acordar a mi ex, y ella va a reventarlo a almohadazos.

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hoy, estreno una ayuda para los que se sumaron tarde a chico de country. acá van a poder repasar la historia en unos pocos capítulos.

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23.8.06 

en remojo
cortó y lo había hecho otra vez. sabía cómo hacerlo. facundo tenía la seguridad de los que la saben lunga, la seguridad de los que no han sido cortados por la misma tijera.
estoy ocupado, después te llamo, dijo y cortó. la tiene clara, no hay nada que hacer, dicen sus amigos cuando él atiende el celular y habla de esa manera tan... así. muestra un mensaje de texto: sos como un vicio, dice el aparato, y los amigos estallan: ¡qué hijo de puta!. él dice que son rachas, que hay que saber aprovecharlas; modestia, siempre falsa. sin embargo, sabe que hace un tiempo entendió la estrategia.
se la confesó una tardenoche de domingo, en el entretiempo de river-huracán a un amigo desesperado que no permitía escuchar quién entraba para remontar el partido en el segundo tiempo: hay que dejarlas en remojo, le dijo ante la insistencia del cómo hacer. el amigo estaba empecinado con una señorita y había insistido todo el primer tiempo.
dejarlas en remojo... aquella frase no tenía nada que le sobrara. las palabras justas. todo eso pensado luego de la primera vez en que se dio cuenta de la efectividad de la pausa, de la retención del deseo desenfrenado de poseer a cualquier mujer cuanto antes como si la vida se acabara a la vuelta de la esquina.
ahora no. la vida se sigue acabando a la vuelta de la esquina pero es preferible tener todo planeado. a la distancia, el trato es de distancia. no hay llamados telefónicos afectuosos. la distancia es eso: distancia. y en persona, otra cosa. un caballero, un romántico, el cómo te extrañé en su máxima expresión. en cuanto a las citas, en algunos casos se puede y en otros no. no siempre se está disponible, eso aumenta el misterio. misterio, anota mentalmente su amigo.
es así. facundo podría escribir un libro y al menos sus amigos lo comprarían porque a veces no les alcanza con los consejos de los domingos y tenerlo todo en papel muchas veces puede ser una ayuda justa. el machismo lo aplaudiría a rabiar, movimientos feministas se manifestarían en la puerta hasta que él saliera de la presentación en la feria del libro y, micrófono en mano, diga: cuando termine de firmar autógrafos, me gustaría debatir esto con ustedes. después de todo, las mujeres son las musas de mi libro.
pero nada de eso va a suceder porque facundo, facu, metió la pata. después de seis años, repito: seis años, de racha positiva, facundo espera en el living de su casa a que le llegue un llamado. el llamado. hace cuatro días que conoció a marianela en un after office de renombre, la besó y no pudo avanzar más. intercambió teléfonos, correos electrónicos y todavía nada, ni un e-mail que lleve un buenas por asunto.
así anda facundo. en la ardua tarea de su viceversa, esperando que suene el teléfono. y cuando suceda, con el ego recuperado, va a dejar que atienda el contestador. lo que todavía no imaginó es que marianela va a cortar porque no le gusta hablar con máquinas.
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hoy, capítulo cincuenta y cinco de chico de country.
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15.8.06 

v de verdugo
cuando tuvo que matar no dudó. nunca se había pensado verdugo y mucho menos de esa manera cruel y artera, pero la noche profunda, el recuerdo y sobre todo la venganza, esa sensación de arrebato interno que impulsa hacia ningún y cualquier lado, le permitieron que en ese momento no entrara en crisis, que fuera algo natural como rascarse la urticaria. el problema fue el después.
sentía una especie de distorsión profunda en los oídos. la muerte había pasado hacía ya un día y algunas horas, pero seguía con esa sensación que describen los ex combatientes. si alguien gatillara ahora mismo, aunque fuera una pistola de juguete, un niño jugando a matar de mentira con su pistola de juguete, se escondería; posición fetal, escabullido dentro de sí.
un matador de cabotaje. la muerte polizona, pasajera eterna de su vida, mochila de huesos roídos, insoportable la cintura y la sien. a veces, sin caer, caerse, profundo, hundirse, estampidos de nosequé, pim, pim, pim, mientras escucha hablar la piel grasosa, el bufido del colectivo al frenar, la máquina registradora de una perfumería, el frenaje violento, la espera del sonido consecuente... el choque que no fue.
la bruma del gentío paso a paso, los rostros inquisidores, la horca del cuello de la camisa, el celular vibrándole en la cintura y el apremio del tiempo para seguir disimulando con la rutina, telón grueso de toda anormalidad. un pie en la calle, mitad de calle, el semáforo que también ordena y, para el verdugo, esa oportunidad de poder terminar con la realidad tortuosa es más fuerte, un verdadero alivio, para lo abominable de esa vida sin v.

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hoy, capítulo cincuenta y cuatro de chico de country.
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8.8.06 

felicidad
fragmento de charla telefónica con ella. yo estaba a punto de irme para lo de nico.

-¡voy a comer pizza casera!
-mirá vos... está bueno.
-sí, estoy feliz.
-¿por?
-porque voy a comer pizza casera.
-ah...

ella es así de contundente para borrarle a uno la sensación estúpida de ser feliz por un simple alimento.


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agradezco a mariano amartino, de la sección de blogs de clarín, por recomendar voyeur en su espacio.



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2.8.06 

las discusiones
los que discutían se juntaban en casa de paloma y los vecinos pensaban que ahí se efectuaban orgías; las criticaban porque ninguno se animaba a preguntar.
paloma no les abría la puerta, sólo los recibía. alguien más tenía llave y oficiaba de portero. a veces llevaban gente nueva, no había problema. se hacían algunas averiguaciones sobre el nuevo participante, se debatía, como siempre, y, si todo andaba bien, no había problema. bienvenido. lo relevante aquí -porque marcio decía aquí y no acá- era no saludarse en la puerta cuando se encontraban y cualquiera de ellos abría la puerta sin tocar el portero ni nada. había que ser puntuales para entrar todos juntos. por falta de espacio, los hombres por la escalera, silenciosos, y las mujeres por el ascensor. hasta ese momento parecían completos desconocidos y aquello era la marca que les había dejado la opresión militar durante su militancia adolescente. todo eso ya había pasado, cada uno tenía su historia, algunos poniendo más el cuerpo, otros no tanto, los exiliados y un extenso etcétera de particularidades. en fin, todo aquello había pasado y ahora tenían eso: las discusiones.
ya en el living, cada uno sentado en su almohadón, con dos o tres tazas de café dando giros en la ronda, con la cafetera produciendo y produciendo en la cocina, recién en ese momento comenzaban a discutir. hablaban enérgicos, se chicaneaban, algunos reían, otros se enojaban y algunas veces hasta se levantaban y se iban, pero siempre volvían. una vez llegaron a ser quince en el dos ambientes de paloma, que en un principio se llamaba ludmila.
el que comenzó a evitar aquellos modismos de hacía años fue gabriel. un tipo canoso, de bigote tupido, pecas en la piel y falto de su mano derecha por un mal cálculo en su época de anarquista. yo tengo mi nombre y quiero decirlo ahora que puedo. yo no me llamo ni germán ni un carajo, dijo y algunos estuvieron de acuerdo de inmediato. otros prefirieron decir que en realidad su nombre ficticio era el real y así lo mantuvieron, pero en el grupo está la sospecha de que no se saben en realidad todos los nombres reales. sólo confían en conocerse los cinco que comenzaron con las discusiones: paloma, marcio, gabriel, néstor y hugo. de los demás, con pinzas.
hace unos meses, néstor preguntó hasta cuándo iban a juntarse a discutir. en cierto modo, lo planteó como si estuviera harto de su característica de politizadores estáticos o activistas edulcorados. ya en otra ocasión había dicho que eso de las actividades a beneficio y demás eran poca cosa, por lo menos a su entender. gabriel lo apoyó, pero sin poner en tela de juicio la duración de las discusiones. es cierto que deberíamos accionar más, dijo textual. paloma lucía enferma aquella noche, pero eso no la silenció: además, ahora podemos hacer algo. hugo dudó y lo compartió: ¿no me van a decir que nos comemos el cuento verde de la democracia?, pero marcio sin querer tuvo la última palabra que daría comienzo a una nueva etapa de las discusiones: yo no me creo ningún cuento, pero ante tanta teoría creo los ideales merecen su parte práctica, al menos para tener razón o no. yo no tengo intenciones de quedarme con la duda.
en la reunión posterior, el martes pasado por la mañana, siete personas fueron asesinadas a balazos en el departamento de paloma. esa fue, al final, su última reunión y en la necrológica de los diarios no figuraba ninguno de sus nombres de pila.
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hoy, capítulo cincuenta y tres de chico de country.
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¿quién soy?

  • un tipo que escribe lo que su miopí­a galopante le permite ver.
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