26.7.06 

recuerdo de juárez
conocí al policía ricardo juárez una vez que fui a buscar a mi mamá al banco y de esto ya hace bastante, unos ocho años creo. cuando entré, relataba sus peripecias a los empleados y, desde aquella vez, lo vi varias veces que me sirvieron para darme cuenta de dos cosas: (uno) es un tipo al que le gusta contar anécdotas y la gente lo escucha sin la necesidad de plantearse si lo que relata es verdad o mentira; (dos) detesto a ricardo juárez.
y... a veces las manifestaciones difíciles sirven para sacarse la bronca, dijo juárez en aquel primer encuentro, pero eso no sería todo. cada regreso a casa con mi mamá, tenía un espacio dedicado al botón, que es como le decían en el banco.
además de aquel empleo, juárez trabajaba a pocas cuadras del banco. cada vez que había algo importante en la plaza de mayo, era convocado por las fuerzas del orden y lo reemplazaban en el banco. y ahí, en la puerta de la rosada, es donde dice que conoció a los últimos cuatro presidentes del país. yo los escolté varias veces, dice. también sostiene que con una vez uno lo saludó por su apellido y que en una cobertura especial que tuvo que hacer en la residencia de olivos se enteró que el mandatario de turno participaba de una orgía en el salón principal pero no se asomó para preservar la vida privada del presidente. ante la insistencia de los bancarios, no dio más detalles del tema. apenas agregó el nombre de la vedette que causó una sucesión de chistes al respecto.
antes, relató otra vez, no tenía estos puestos de bacán cuidan el pellejo, antes ponía el pecho. había sido policía de brigada, había participado en casos antidrogas y también habló de sus comienzos como policía de tránsito. uno de los bancarios que escuchaba su relato lo interrumpió: la cantidad de guita que habrás recaudado, hijo de puta, le dijo riéndose el turco menahem. no, no, no te permito, le respondió juárez sin enojarse. yo daba la opción al infractor porque la verdad es que las multas son muy altas e injustas. más de uno de los que son infractores no pueden pagar el monto de las multas y si yo le hago la multa a alguno le estoy cagando la vida. lo que pasa es que ninguno de ustedes ve eso, ninguno se da cuenta.
cuento lo de juárez porque él tuvo que ver con que yo esté donde estoy, con que me alejara de lo que alguna vez fui. y el alejamiento sucedió en la última manifestación a la que concurrí pacífico, como siempre, y la cosa se puso fea. fue hace unos cinco años y me asusté mucho cuando esa especie de tanques de guerra que tiran pintura me marcó el sweater azul con líquido celeste. yo era un adolescente irracional pero ya hacía un tiempo que me había enterado que eso era para agarrar a los manifestantes en las adyacencias y entonces me escondí el sweater en las pelotas mientras corría a la parada del 105 que queda sobre avenida de mayo.
es uno de mis recuerdos más tristes: aquella corrida en medio del desastre de vidrieras rotas, policías gatillo fácil con balas de goma y también de plomo, la remera en la cara intentando respirar a pesar de los gases lacrimógenos... entre todo lo que me viene a la cabeza ahora, la sensación en el pecho en cada estallido, todo lo que sucedió aquella tardenoche, el miedo traicionó, me volvió lo que nunca quise ser. aterrado, mientras escapaba entre más gente que escapaba y otra que todavía resistía tirando piedras, pensé en el hijo de puta de juárez. en que si me metían preso tal vez él podría hacer algo.
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hoy, jueves, capítulo cincuenta y dos de chico de country.
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21.7.06 

prostitución
al bajarme del 53 en plaza constitución por primera vez, me topé con un sistema ya organizado de negocio, bienes de cambio, compra, venta, diarios, revistas, porno, despertadores, carteristas, pungas, nenes que mean en la pared, muchos colectivos, todos los colectivos, hombres que mean en la pared, roña, papelerío, hoteles de película que nunca aparecieron en ninguna.
recién comenzaba a trabajar por constitución y lo primero que me llamó la atención fueron las putas, la cantidad de preservativos usados tirados por la calle, el éxito de los travestis y también, aunque parezca mentira, comencé a darle más importancia a la complejidad de una infraestructura ferroviaria.
me acuerdo también de una noche en que salí de hacer horas extras y en una esquina me sorprendió ver a un pibe durmiendo en la puerta de una casa abandonada, justo en el lugar donde va el medidor de gas; incluso cerró la puerta por el frío que hacía esa noche. después, con el paso de los días, me di cuenta de que la casa en realidad estaba ocupada y eso fue lo que me hizo imaginar que el pibe dormía ahí cuando necesitaba escapar de su familia; imaginé que a su edad todavía se tiene temor de escapar.
en la terminal del 60, mario ledesma, porque eso decía su cartelito, se dedica a pegarle palazos a las gomas de los colectivos para ver si están pinchadas. esto no es constitución, pibe, esto es pros-ti-tu-ción, me dijo. la terminal está en una calle de esas aledañas que pocos conocen, bien en el límite de constitución con barracas, donde los vecinos andan diciendo que viven en barracas por más que los límites digan lo contrario.
constitución, o prostitución, no es un lugar de esos que el snobismo denomina como in. incluso, ledesma, tal como le gritan sus compañeros del 60, amplía un poco más su descripción intercalando rascadas de testículos e inspiraciones mucosas: hay que saber vivir en constitución, eh. dicen que hay muchas putas ¿las traje yo las putas? no. entonces que no jodan. bien que, a la hora de la siesta, más de uno se hace sopletear en el estacionamiento de atrás. ¿sabés las que pasaron por acá? ¡y los que pasaron vestidos de minifalda y barba de colectivero! ¡mamita!
y luego se puso serio: eso sí, nosotros a las putas las respetamos. no se les debe una moneda y además con nosotros saben que no van a tener problemas de hacerse el vivo y todo eso. nosotros seremos putañeros, pero tenemos códigos, pibe.
con el tiempo le tomé cariño a constitución. tiene ese aire freak que vendría bien para cualquier película. la gente es de película. es suburbana, miserable, marginal, buena, tierna, rara y a la vez exige respeto, los que viven ahí se lo piden a uno. ya lo dijo ledesma: constitución es prostitución, y como buena puta, merece respeto, che.
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17.7.06 

las ruinas
conversaron durante horas. ella se fue llorando, escuchando el insoportable eco del rechinar de sus zapatillas contra el asfalto húmedo. la gente la observaba con una preocupación ajena, desconocida, creyendo que se le murió alguien, incluso que tal vez se haya quedado viuda.
y la verdad es que tenían razón: se le había muerto martín. aquel portazo que él sintió fuerte en el pecho, lo sepultó para siempre. el insulto fue despedida, el café sin tomar en la mesa, los libros dedicados no se prestarían jamás para evitar explicaciones, ella volvería una tarde a buscar las pocas cosas que tenía en su casa y antes tocaría el portero para estar segura de que no haya nadie.
se lo juró a sí misma cuando estaba en la parada del colectivo: al volverlo a ver, sólo va a ser una denigrante reencarnación masculina que no va a llegarle ni a los talones al individuo de las ruinas amorosas hechas fotos en una caja de zapatos. va a ser una nueva edición de sí mismo digna de indiferencia total.
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hoy, capítulo cincuenta y uno de chico de country.
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11.7.06 

anoche
milagros nova no quería bañarse sola y, a los cinco años, eso, de ningún modo, tiene que ver con orgías o algo promiscuo. se metía en la bañadera con tres muñecas nenuco y las arruinaba por completo. las desnudaba, les ponía shampoo en el pelo y cuando terminaba de bañarlas les daba un besito en la boca a cada una tal como su padre lo hacía con ella.
anoche, a los diecinueve, cuando su madre se lo recordó en una cena con su novio de cuatro meses, le dio vergüenza y bronca a la vez. no emitió palabra hasta que se levantó de la mesa.
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también anoche, mónica midjans hizo las paces con su ego. se miró al espejo y concluyó que a sus cuarenta y tantos no está tan mal. salió del baño y después de mucho tiempo se metió en su cama sabiendo que al fin puede calentarse los pies con alguien y que, aunque esté dormido, no va a quejarse ni nada. ni anoche, ni mañana, ni pasado... al fin, la rutina que esperaba.
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ricardo lumier disfrutaba de mentirle a los chicos. constantemente les decía cosas descabelladas y ese momento era el más sublime de su vida. veía sus rostros azorados, esa manera de creerse lo increíble, y para él era todo. para ricardo, eso era un logro. por más que algunos pudieran decir que él abusaba: no era como robarle un dulce a un niño, sino como dárselo. le gustaba mentirles y tirarles de la lengua.
anoche fue a comprar cigarrillos con su sobrino a un quiosco sobre rivadavia y le dijo que los que viajan en aquel colectivo son gente que va directamente a la cárcel por cruzar mal la calle. que el colectivo se detiene en las esquinas recogiendo a los infractores que ya saben que se han equivocado, que agachan la cabeza y saben que tienen que cumplir una pena.
ricardo después disfrutó de las preguntas de su sobrino a su hermana. se reía a carcajadas y su mamá le decía que ya estaba grande para esas cosas.
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hoy, miércoles, capítulo cincuenta de chico de country.
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7.7.06 

la demora del mate
-dale, negro paraguayo, que no es chipá, le dijo pablito a oscar para que apurara el mate. oscar parecía pensativo, se olvidaba del mate y se quedaba mirando la nada. -sí, negro, la siguió nacho, si querés un micrófono te presto ésta. y el negro chupó fuerte la bombilla como cuando te pegan en el paladar esas partículas pequeñitas de yerba.
pablo contó que el tano había tenido un hijo y yo, que asocio todo con todo, puse voz de locutor y le pregunté al negro oscar: -hablando de nacimiento, señor negro ¿vos donde naciste, yaguareté, ah?. y el negro me dijo que en villa rica. entonces, nacho le preguntó cómo era su ciudad natal. -yo qué se cómo era villa rica. no me acuerdo nada, vine de muy chiquito. pablo lo miró fijo, yo le dije que no podía no saber, que al menos buscara en internet y nacho lo mató: -¿y qué querés que se acuerde si este negro paraguayo se falopea desde los cinco años?. nos reímos los cuatro a carcajadas.
después salió el tema de lona. se impuso en la conversación por una especie de empecinamiento del aburrimiento que proponían los vigilantes con crema pastelera, la negra saltando de acá para allá, moviendo la cola como un parabrisas, y el hastío de domingo. -todo esto me recuerda a lona, dijo pablo de la nada. sin preámbulos, recomenzó la descripción por enésima vez en las últimas cuatro semanas: -esa boca con gingivitis, ay, su torrencial cabello de obrero, ese aroma entre chivo y catinga que emanaba de sus sobacos peludetes y, por sobre todas las cosas, su reiterada tanga lila. desmenuzamos a lona cruelmente, asco a asco, y cuando ya nos habíamos aburrido también de esa delicia de hablar mal de cualquiera que no fuéramos nosotros... -yo salí cuatro veces y me la cogí dos, la última vez fue la semana pasada. así nomás lo dijo el negro, como si se le hubiera caído del bolsillo en uno de sus sorbos al mate más lavado de la zona oeste.
se reía durante el silencio. -¡qué negro hijo de puta!, gritamos todos a destiempo, como si hiciera falta repetirlo las tres veces. la había hecho de cayetano. y el negro, también como si hiciera más falta, reconoció: -sí, soy un hijo de puta, y se rió como se ríe él.
cuando volví a casa, ya era lunes a la madrugada, dos y pico. el frío me mantenía preocupado en el intento de sacarme las medias dentro de la cama con los dedos de los pies, utilizando el dedo gordo como palanca. fue en ese momento cuando tuve la duda de que al negro tal vez le gustara realmente lona y me dio lástima por todo lo que dijimos de ella. era por eso que demoraba el mate, pensé y después me dormí convencido de que llegaría tarde al trabajo.
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hoy, lunes 10 de julio, capítulo cuarenta y nueve de chico de country.
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4.7.06 

el tiqui y el rock
el tiqui es el rock, dice uno en el anfiteatro de martín coronado. está excediéndose, claro. nadie es el rock y mucho menos el tiqui. es suficiente con ver su aspecto de dos cromosomas menos alinyerado para darse cuenta de que el tiqui no es el rock, pero la gente dice eso porque el tiqui fue amuleto de los piojos.
algunos músicos y fans le imitan los tics en la intimidad pero nunca se animarían a hacerlo en su cara. mano a mano, el tiqui mete miedo con su camperón viejo, su estampa de escalador del everest, su dentadura de teclado estropeado y su monstruosa voz ronca.
nadie conoce el nombre del tiqui y muy pocos se animan a dialogar con él. apenas si algunos cantantes de las bandas que tocan en el anfiteatro lo dejan subir al escenario con algo de recelo para que diga lo suyo y, de todos los que lo escuchan, nadie lo entiende. mientras ejecuta hiperquinético sus tics más cómicos, agradece quién sabe qué cosa y repite incansable: rock, paz y amor.
yo, que voy al anfiteatro seguido y veo al tiqui con la misma frecuencia, pensaba en lo que dice: rock, paz y amor. el rock está. la paz también porque el tiqui no molesta a nadie. no pide más que subir al escenario a decir lo suyo y después anda solo por palomar, ciudad jardín, hurlingham, coronado y caseros con su rareza y su locura. pero el tema del amor me quedaba colgado. nunca había visto al tiqui cerca del amor. sólo su fanatismo por el rock.
nunca lo había visto hasta ayer a la mañana, cuando iba para la estación el palomar del ferrocarril san martín. a las siete de la mañana de un martes, el tiqui estaba hablándole a una chica que esperaba un colectivo sobre marconi. la chica lo miraba atenta, no le tenía miedo ni nada. incluso tenía cierta cadencia alegre en su rostro blanquecino y friolento. yo seguí de largo y reconozco haberme reído de la situación.
veinte minutos después, llegó el tren, subí y, cuando me senté, en el asiento de enfrente estaba el tiqui como si viniera desde la estación anterior. miraba por la ventana un poquito abierta y su cabellera grácil apenas si se movía con el viento. yo estaba... estupefacto, que es una palabra que siempre me causó una impresión extraña al escribirla. me pasé todo el viaje en el absurdo de evitar mirarlo como si fuera a reconocerme o algo así hasta que me bajé en palermo sin poder parar de pensar en todo lo que había vivido o imaginado.
ahora, en casa, a punto de irme otra vez al anfiteatro de coronado donde seguro voy a cruzarme con el tiqui, de lo único que estoy seguro es que sólo estos episodios van a bastarme para incrementar, aún más, el misterio del tiqui. ese vicio de darle manija a la confusión de relatos inconexos que lo volvieron ya un protagonista estelar de la extraña mitología de la zona oeste del gran buenos aires.
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hoy, capítulo cuarenta y ocho de chico de country.
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¿quién soy?

  • un tipo que escribe lo que su miopí­a galopante le permite ver.
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