Ñandúes escondiéndose
"Quién se ha tomado todo el vino", se preguntaba un parroquiano en pose triangular, mientras al caminar le sacaba lustre a la pared con su hombro; tobillos quebradizos, mueca de última estación.
Semblanza de estropajo creado un sábado por la tarde, encontraba el aire fuera de casa, cementerio de tintos boca abajo con la lengua afuera, ñandúes escondiéndose, clavados como banderas.
"Lo jodido eran las puertas", comentaría más tarde, frente al médico de turno, borroneado, sin mirarlo, chequeando el suero como si le midiera el aceite a una moto chocada.
Ocho horas babeándose pálido el pectoral izquierdo en la sala de espera y no le había molestado. Nunca tenía nada mejor que hacer.
Semblanza de estropajo creado un sábado por la tarde, encontraba el aire fuera de casa, cementerio de tintos boca abajo con la lengua afuera, ñandúes escondiéndose, clavados como banderas.
"Lo jodido eran las puertas", comentaría más tarde, frente al médico de turno, borroneado, sin mirarlo, chequeando el suero como si le midiera el aceite a una moto chocada.
Ocho horas babeándose pálido el pectoral izquierdo en la sala de espera y no le había molestado. Nunca tenía nada mejor que hacer.