En un intento ínfimo de refutación al cliché de que "La televisión argentina no existe" (evitando además el chiste de la Industria Argentina de televisores), me permito argumentar, esta vez en serio, que la tv argentina todavía tiene un rincón, otro pequeño, es cierto, que vale la pena. Las publicidades.

Inteligentísimos creativos, a pesar de tener que lidiar con las pautas de un producto con diversas características, lograron hacer, en base a exigencias del mercado que quiere atención y más atención, publicidades geniales.

En menos tiempo, algunas veces sin diálogos, con muchas más restricciones, las publicidades se han vuelto mucho más interesantes que los programas de tv. Se me ocurren cosas como "Lo bueno y corto es dos veces bueno", frase que siempre le escucho decirme a Bettina en mi oído cuando escribo como una enana hinchapelotas ¡Y eso que sólo me lo dijo una vez, mierda!.

Además, cuando los productos quisieron meterse en los programas, como cuando Suar ponía una caja de jabón en polvo en la mesa del living de cualquiera de sus series, todo el mundo se dio cuenta: fue -y es- nefasto. ¡Molesta, viejo!, y no precisamente por un ataque marxista, sino porque hay cosas que no funcionan por más que den guita.

¿Cuál es el secreto? ¡Cerebros mierda! Grupos Creativos debería haber en todos los empleos para que haya calidad y lograr ese valor agregado que es diferenciarse. Eso. La soberbia de llamarse creativos, pero ejercerlo con brillos en los ojos por más que sean las cuatro de la madrugada y las toneladas de granos de café erosionen nuestros riñones. La única élite que precisa más adeptos y de la cual me gustaría formar parte.