Que no te vendan amor sin espinas, canta Sabina. El tipo sabe escribir, es un fenómeno, pero ¿qué necesidad de llenar el mundo de pelotudos sufridores?
Estoy harto del elogio a la mierdez. Los tipos cambian el mundo en los bares, las mujeres son las causantes de las borracheras, salir a la calle es un peligro en cada esquina como si el porcentaje de morir fuera fifty and fifty, como dice la tele yanqui.
Uno sale como si uno estuviera en Vietnam (¿por qué siempre digo Vietnam y no Las Malvinas o Fuerte Apache?) pero un conjunto de nimiedades sucedidas unas a otras en el tiempo le hacen olvidar toda esa paranoia de cartulina y cuando vuelve a casa ni lo festeja. No ha vuelto el soldado que había ido a la guerra horas antes y al que una esposa casual le dijo solemne:
-Cuidate gordo, eh.
Giro la llave y ella está en la cocina. Cuelgo el saco en la silla, dejo el maletín en la habitación y ya no está preocupada.
-Al fin viniste –uno ilusamente piensa en ese sentimiento humano de extrañarse, pero...- ¿Qué te retrasó hoy, Marcos, a ver...? ¡¿Qué vas a inventar esta vez?!
Estoy harto del elogio a la mierdez. Los tipos cambian el mundo en los bares, las mujeres son las causantes de las borracheras, salir a la calle es un peligro en cada esquina como si el porcentaje de morir fuera fifty and fifty, como dice la tele yanqui.
Uno sale como si uno estuviera en Vietnam (¿por qué siempre digo Vietnam y no Las Malvinas o Fuerte Apache?) pero un conjunto de nimiedades sucedidas unas a otras en el tiempo le hacen olvidar toda esa paranoia de cartulina y cuando vuelve a casa ni lo festeja. No ha vuelto el soldado que había ido a la guerra horas antes y al que una esposa casual le dijo solemne:
-Cuidate gordo, eh.
Giro la llave y ella está en la cocina. Cuelgo el saco en la silla, dejo el maletín en la habitación y ya no está preocupada.
-Al fin viniste –uno ilusamente piensa en ese sentimiento humano de extrañarse, pero...- ¿Qué te retrasó hoy, Marcos, a ver...? ¡¿Qué vas a inventar esta vez?!