la revolución de don rodolfo
don rodolfo usa pantalón corto caqui con medias blancas, sandalias franciscanas y chombas blancas amarillentas de uso. no había nada que me haga poner más furioso en la tierra que mirarlo vestir esa indumentaria con aires de exótico, caminando por la vereda de casa y preguntando cuándo carajo haríamos la revolución con esa estampa irónica entre viejo vizcacha y burgués afiebrado.
ya la hicimos, don rodolfo. lo que pasa es que su arteriosclerosis..., le respondí yo. y él me decía: ay, pibe... si vos supieras lo que es la revolución... y yo decidía no responder. mutis por el foro y a otra cosa. seguía cortando el pasto del frente de casa.
el tipo de joven había sido bicicletero, quinielero clandestino, luego trabajó en una imprenta pequeña del barrio y ahí es que dicen que se metió con los anarcos, pero nada de eso se parece al semblante que pasea ahora. ahora tiene cierto tufillo a resignación y a viejo, claro; los viejos tienen ese aroma a colonia de abuelo.
el otro día pasó otra vez y volvió a pincharme con lo de la revolución. y yo le dije que cuando la hiciéramos no íbamos a llamarlo porque él estaba resignado y nosotros precisábamos otro tipo de gente.
con las arrugas parecidas a las cortezas de un árbol antiguo, me miró fijo, apagué la cortadora de pasto y me dijo: vos no sabés nada de mí, pibe. yo haría la revolución ahora mismo. solo o con vos, da igual. no me importa perder otra vez. pero yo la inicio desde el diálogo, desde la caminata diaria peleándome con la gente desde puntos de vista que utilizo para que odien a los que yo finjo ser. desde ahí trato de que alguien comience la revolución desde el generador de "cómo puede existir gente así" -interpretaba don rodolfo- ¿y vos qué hacés? vos cortás el pasto, pibe, y yo no creo que eso sea algo muy importante para la revolución.
don rodolfo usa pantalón corto caqui con medias blancas, sandalias franciscanas y chombas blancas amarillentas de uso. no había nada que me haga poner más furioso en la tierra que mirarlo vestir esa indumentaria con aires de exótico, caminando por la vereda de casa y preguntando cuándo carajo haríamos la revolución con esa estampa irónica entre viejo vizcacha y burgués afiebrado.
ya la hicimos, don rodolfo. lo que pasa es que su arteriosclerosis..., le respondí yo. y él me decía: ay, pibe... si vos supieras lo que es la revolución... y yo decidía no responder. mutis por el foro y a otra cosa. seguía cortando el pasto del frente de casa.
el tipo de joven había sido bicicletero, quinielero clandestino, luego trabajó en una imprenta pequeña del barrio y ahí es que dicen que se metió con los anarcos, pero nada de eso se parece al semblante que pasea ahora. ahora tiene cierto tufillo a resignación y a viejo, claro; los viejos tienen ese aroma a colonia de abuelo.
el otro día pasó otra vez y volvió a pincharme con lo de la revolución. y yo le dije que cuando la hiciéramos no íbamos a llamarlo porque él estaba resignado y nosotros precisábamos otro tipo de gente.
con las arrugas parecidas a las cortezas de un árbol antiguo, me miró fijo, apagué la cortadora de pasto y me dijo: vos no sabés nada de mí, pibe. yo haría la revolución ahora mismo. solo o con vos, da igual. no me importa perder otra vez. pero yo la inicio desde el diálogo, desde la caminata diaria peleándome con la gente desde puntos de vista que utilizo para que odien a los que yo finjo ser. desde ahí trato de que alguien comience la revolución desde el generador de "cómo puede existir gente así" -interpretaba don rodolfo- ¿y vos qué hacés? vos cortás el pasto, pibe, y yo no creo que eso sea algo muy importante para la revolución.
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