Paisajes
Se imaginó en una paradisíaca isla desierta. Solitario. Jugando al solitario, quiero decir. De repente un vientito, de esos que traen consigo arena, le voló algunas cartas. Las correteó y no podía agarrarlas. Cayeron al mar y él fue detrás. Siguió persiguiéndolas y bastante lejos de la orilla tomó una carta, la única que logró atrapar. La miró. Cuatro de copas. Cuando quiso pararse se dio cuenta de dos cosas: el suelo estaba demasiado lejos y no sabía nadar. Fue entonces cuando su visión volvió al adusto living de su casa y se sintió confortablemente. Ya no quedaba en su mente un retazo siquiera de aquel paisaje abominable.