la esperanza de gaby
lo contó gaby, que en realidad tiene otro nombre que no le gusta y es empleada de limpieza. ella va ahí y hoy empezó a contar porque está ilusionada con un hombre.
la bailanta está llena de paraguayos y bolivianos y dice que a los bolivianos peleando no les gana nadie, que tienen cabeza de indio, de aymará, de roca sólida, que nada los voltea. dice que conoció albañiles, que empiezan a tomar a las seis de la tarde y cuando llegan la medianoche son como babosas de ojos colorados que regurgitan frases cariñosas en la fila de entrada para las mujeres de la bailanta.
cuenta también que una vez estuvo con uno de ellos, que después de coger en un rincón oscuro de la iglesia de la zona le dijo en joda que le cobraba y el tipo, de borracho que estaba, sacó treinta pesos y se los metió entre el corpiño y la teta y le dijo: vaya con dios, hermana. se ríe cuando lo cuenta, gaby, y contagia la risa.
también contó la vez en que se fue con otro tipo: argentino él, plomero matriculado, dice gaby, y cuando estábamos en su 128 a punto de la mamadita abrió la puerta apurado y lanzó al costado del coche. ella dice la mamadita como casa, auto, flor, ciruelas, da lo mismo. bruta pero divertida, se excusa.
después durmieron hasta el mediodía y el sol los despertó nauseabundo: había fermentado el vómito y precisaron bajar las ventanillas. él le preguntó dónde vivía y la llevó a su casa sin decirle nada. mientras abría la puerta de su casa, lo miró y el argentino le sonrió haciendo un último esfuerzo contra el malestar.
eso último lo comentó con aire más íntimo, sin decir barbaridades. porque para ella lo íntimo no es el sexo. lo íntimo es el regreso a casa, el llamado de la semana, la caricia con mano de piedra en la mejilla, la sonrisa heroica de quien acaba de vomitar. al menos sabe mi dirección, dice gaby esperanzada.
lo contó gaby, que en realidad tiene otro nombre que no le gusta y es empleada de limpieza. ella va ahí y hoy empezó a contar porque está ilusionada con un hombre.
la bailanta está llena de paraguayos y bolivianos y dice que a los bolivianos peleando no les gana nadie, que tienen cabeza de indio, de aymará, de roca sólida, que nada los voltea. dice que conoció albañiles, que empiezan a tomar a las seis de la tarde y cuando llegan la medianoche son como babosas de ojos colorados que regurgitan frases cariñosas en la fila de entrada para las mujeres de la bailanta.
cuenta también que una vez estuvo con uno de ellos, que después de coger en un rincón oscuro de la iglesia de la zona le dijo en joda que le cobraba y el tipo, de borracho que estaba, sacó treinta pesos y se los metió entre el corpiño y la teta y le dijo: vaya con dios, hermana. se ríe cuando lo cuenta, gaby, y contagia la risa.
también contó la vez en que se fue con otro tipo: argentino él, plomero matriculado, dice gaby, y cuando estábamos en su 128 a punto de la mamadita abrió la puerta apurado y lanzó al costado del coche. ella dice la mamadita como casa, auto, flor, ciruelas, da lo mismo. bruta pero divertida, se excusa.
después durmieron hasta el mediodía y el sol los despertó nauseabundo: había fermentado el vómito y precisaron bajar las ventanillas. él le preguntó dónde vivía y la llevó a su casa sin decirle nada. mientras abría la puerta de su casa, lo miró y el argentino le sonrió haciendo un último esfuerzo contra el malestar.
eso último lo comentó con aire más íntimo, sin decir barbaridades. porque para ella lo íntimo no es el sexo. lo íntimo es el regreso a casa, el llamado de la semana, la caricia con mano de piedra en la mejilla, la sonrisa heroica de quien acaba de vomitar. al menos sabe mi dirección, dice gaby esperanzada.
...
hoy, estreno portada en chico de country.
...
voyeur
Etiquetas: mis textos