insomnio poético
horacio, que ya está grande para andar haciéndose el poeta y mañana tiene que levantarse temprano para ir a la oficina, está escribiendo en su mesita de luz, con la luz del velador prendida, a las dos de la madrugada.
no quiere despertar a su esposa, pero hace años que no le sucedía esa sensación de no poder dormirse porque precisa agarrar la birome y escribir. y cuando digo años me refiero a unos diez años, eh.
despertó su esposa. él la mira por sobre sus lentes y espera la pregunta.
-¿qué hacés despierto a esta hora, horacio?
-hago cuentas, amor.
-dormite, querés... -se indigna ella.
entonces, él le hace caso y guarda el papel en su billetera para que nadie lea las líneas de aquella noche.
...y esa promiscua ley de gravedad que te hizo ese bamboleo genial, elástico hasta la eyaculación de mis ojos hechos cristal.
nadie dedica esas líneas a su compañera de años y, cuando terminó de taparse y volvió a mirar al techo, estaba todavía disfrutando aquel regreso nocturno a su adolescencia hormonal. lo tenía decidido: iba a volver a encontrarse físicamente con su -también felizmente casada- compañera de la oficina. iba a matar el tiempo del insomnio pensando cuándo.
horacio, que ya está grande para andar haciéndose el poeta y mañana tiene que levantarse temprano para ir a la oficina, está escribiendo en su mesita de luz, con la luz del velador prendida, a las dos de la madrugada.
no quiere despertar a su esposa, pero hace años que no le sucedía esa sensación de no poder dormirse porque precisa agarrar la birome y escribir. y cuando digo años me refiero a unos diez años, eh.
despertó su esposa. él la mira por sobre sus lentes y espera la pregunta.
-¿qué hacés despierto a esta hora, horacio?
-hago cuentas, amor.
-dormite, querés... -se indigna ella.
entonces, él le hace caso y guarda el papel en su billetera para que nadie lea las líneas de aquella noche.
...y esa promiscua ley de gravedad que te hizo ese bamboleo genial, elástico hasta la eyaculación de mis ojos hechos cristal.
nadie dedica esas líneas a su compañera de años y, cuando terminó de taparse y volvió a mirar al techo, estaba todavía disfrutando aquel regreso nocturno a su adolescencia hormonal. lo tenía decidido: iba a volver a encontrarse físicamente con su -también felizmente casada- compañera de la oficina. iba a matar el tiempo del insomnio pensando cuándo.
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Etiquetas: hombres, mis textos