Un infierno
Cuando volvió del infierno, el sexópata de Palomar, también conocido como P., se presentó al amanecer con un hola de suburbio.
Lo rodeaban olores extraños, ex aromas brujos, que pertenecían a diversas damas ofertadas en el subsuelo de los fuegos.
Pidió un vaso de agua, secó el sudor de su frente y relató con saña una historia increíble, y por eso, ninguno la creyó.
Tambaleante, seño fruncido, ducho en el tema, se refugió en su guarida. Salió de allí al atardecer, de punta en blanco, peinado y perfumado. Listo una vez más para perderse en su paraíso infernal.
Lo rodeaban olores extraños, ex aromas brujos, que pertenecían a diversas damas ofertadas en el subsuelo de los fuegos.
Pidió un vaso de agua, secó el sudor de su frente y relató con saña una historia increíble, y por eso, ninguno la creyó.
Tambaleante, seño fruncido, ducho en el tema, se refugió en su guarida. Salió de allí al atardecer, de punta en blanco, peinado y perfumado. Listo una vez más para perderse en su paraíso infernal.