-Deberías llamar a A., che. No podés ser tan desconsiderado.
-¡Ni en pedo! No tengo ganas...
-Es para desearle feliz año.
-Pero no me interesa desearle nada. Hace mil que no hablo.
-Entonces es una buena ocasión para volver a hablar. Saber qué es de su vida...
-¿Por qué no te preguntás por qué nos dejamos de hablar?
-Porque eso ya pasó, hay que limar diferencias, dale.
-No, no quiero.
-¿Me vas a decir que no querés que tenga un feliz año?
-No, te voy a decir que no me importa cuán feliz sea, por más que quiera que lo sea.
-Si querés ¿por qué no se lo decís?
-Porque el teléfono está muy caro. No quiero gastar en llamadas.
-Sos infantil, eh.
-Sí, pero sólo quiero gastar en llamadas que sean realmente importantes y llamar a A. no lo es.
-Pero es un llamado ¿qué te cuesta?
-Que no tengo ganas, te digo.
-¿Pero no han pasado momentos felices?
-Sí, pero justamente los hemos pasado y ahora nos vemos apenas en cumples, en velorios, cuando hay una fuerza exterior que nos obliga involuntariamente.
-Pero eso es de nenito...
-Y lo tuyo es de adultito.
-¿De adulto llamar a una persona para fin de año?
-No, de adulto hacer cosas de compromiso, para quedar bien, cosas que no se sienten. Espontaneidad cero. Falsedad, bah. Eso es lo que sos: Un falso de mierda.
-...

Nota: agradezco a Ana, que no es A. ni por asomo. Me hiciste verme una vez más.