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pum, pum, pum... cuatro y media entramos. ¡cuatro y media!. pregunto la hora en la puerta al de seguridad que parece del fbi con ese microfonito que habla con sus compañeros trajeados y también muy seguros de que todo será seguro esa noche.
el pum, pum, pum, no se detiene. esta noche toca hernán cattáneo, quien para mí era apenas un tal, el maradona de los djs argentinos, me había dicho uno de los chicos para convencerme de ir. es más: ya está tocando cattáneo. el pum, pum, pum, es cattáneo. la gente salta, un espécimen con anteojos gigantes me pasa por al lado, muy transpirado, bebiendo agua, sacando trompita y agitando la cabeza al ritmo incansable del pum, pum, pum que se parece a la respiración de un tipo agitado, a la respiración de toda la gente que colmó el lugar, que salta y salta y salta, que mira sin ver, que pide agua, pastillas, agua... ¿agua dije? siete pesos un agua. nunca tan cara el agua ¡más que un fernet!. el agua rejuvenecedora de cocoon debe ser, no sé.
varios de mis amigos navegan en la masa saltarina como peces en el agua, rulo me pasa un tic-tac. ya lo teníamos pensado: iban a pensar que eran pastillas, 007 o alguna de esas que, según escuché, están de moda ahora con nombres de fantasía. se nos acercan en total cinco personas pidiéndonos pastillas, nosotros nos reímos y al ritmo del pum, pum, pum seguimos bailando como si no estuviéramos allí. desistieron y se fueron.
a la hora, voy a la barra. saco un whisky. johnny walker, pido, etiqueta negra, le aclaro, y el barman me mira con la cara de quien se sorprende ante el pedido. abre la botella, sirve en un vaso de plástico una medida tacaña. le pido vaso de vidrio y que tenga conciencia de que está frente a un verdadero borracho. cambia el vaso y agrega el chorrito bonachón de wisconsin, como le decimos con los chicos.
vuelvo a la pista con mi vaso, revolviéndolo a muñecazos, miro a mi alrededor, nadie toma, nadie mira, todos agitan cabeza, mueven el culo, el pum, pum, pum, y en una pantalla gigante cattáneo se manda un willy, o su símil en una consola, y la gente delira. nadie sabe qué hizo. una triquiñuela de dj maradoniano. ¡golazo, hernancito!, qué se yo...
los hombres y las mujeres no se hablan. el 90% estamos drogados, es cierto. yo, con mi cigarrillo de marihuana, me siento un boludo con pistola de agua en plena guerra química. todo es entendible ¿pero acá nadie coge?, pensé. pero claro que sí, que se coge. se coge y mucho, y en grupos. en aquel rincón una chica disfruta de dos hombres, se besa con uno, el otro la toca y cambio, deliciosa viceversa y yo voyeur; voyeur porque no creo que los demás estén viendo. de eso se trata un poco. de eso oficio. no como antes que me creía esa historia del soy escritor y yo sólo leo, no voy a este tipo de lugares. ahora experimento, busco material para escribir, espío, me infiltro... algo así.
hombres y mujeres casi no se hablan. parece un coqueteo indígena de baile sexy, un agite de cuerpos cercanos, miradas profundas, o no; detrás de los lentes quién sabe qué suceda. animales salvajes... porque este baile se parece mucho a algo hermoso y primitivo, uca chaca y pum, pum, pum, y los cuerpos transpirados se acercan. yo aguanto más que vos bailando acá y en la cama. no, yo aguanto más. y de repente el beso, sin palabras, como animales, sin preguntarse nada. me choca, me llama la atención y me deja pensando unos segundos y después todo me parece una fiesta de libertad, de no me importa nada, de yo hago lo que quiero con quien quiero y después vemos, cuando estemos sobrios, vemos. era eso o un delirio que logré por el porro, pero parecía eso. terminó gustándome aquella cosa de la libertad hombre-mujer sin diálogo ni nada.
alrededor de las ocho y media la música se detiene por tercera vez, se ve que hernancito tiene sus bises y todo y la gente deliró ya cientos de veces. el tipo deja de tocar, la gente lo ovaciona, sale de la cabina y con mis amigos nos miramos con el rostro de: no da para hacerlo todos los fines de semana, pero no estuvo nada mal. entonces comenzamos a salir todos concientes de que saltar toda la noche es para guapos o drogados, pero da igual porque las piernas duelen muchísimo. uno de los chicos, no recuerdo quien, me comenta en el camino que vio un flaco al que se le había metido en el ojo el cartón del ácido y que no se lo podía sacar. dijo que le había dado asco, pero que el pibe bailaba como si nada con el cosito verde ahí, metido en el ojo. pestañeando y todo el muy hijo de puta, dijo lucho.
los tipos trajeados del fbi siguen firmes y yo los saludo mientras salgo. me gusta saludarlos. se sienten granaderos los tipos y yo siento como medio irónico saludarlos. apestan. los odio. pero ya no me importa tanto porque estoy arriba del auto con la ventana abierta y el viento me pega en la cara mientras vuelvo a casa con los ojos cerrados.
al rato escucho que el rulo dice que me dormí, que no me da la nasta para estas cosas, que lo mío son los libros, dice. y entonces, sin abrir los ojos y con el pum, pum, pum todavía latiéndome en la cabeza, le contesto: nasta es lo que me sobra, gil.
...
último momento: aquí reconocen el esfuerzo de voyeur. se agradece, claro.
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voyeur

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