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Entrevista de trabajo ¿Primera parte?

Todo transcurrió hoy, viernes 3 de agosto. Con voz de dormido, a las 10.30, atendí el teléfono. Llamando de una de las empresas a donde fue a parar mi miserable currículum. Entrevista. 14.30. Pensaba: ¿Justo hoy? ¡La puta madre!. Dije: Okey, no hay problema. A esa hora estoy ahí.

¿Cómo viajo hasta Martinez desde mis pagos?, me preguntaba constantemente, mientras mi abuela me decía que no me ponga nervioso cuando la nerviosa era ella. Yo lo que tengo es sueño, vieja, le decía a cada rato. Un llamado bastó: un colectivo a dos cuadras de casa me deja a dos cuadras de la empresa. Una hora y cuarto de viaje y El informe de Brodie rendido, sabía que lo terminaría. ¡Bingo!, hubieran dicho en una peli yanqui.

Llegué. La empresa es realmente grande. Ocupa mucho espacio al menos. Mucha reja, mucho blanco, mucha seguridad, por dentro parece el Pentágono, pero es una empresa de atención al cliente. Primer piso, a la derecha. Te recibe un cuadro aparentemente caro pintado con el nombre de la empresa, pero sin firma de algún autor -seguro no era de Picasso. Un seguridad de bigote hijodepú dice: Buenas tardes, y me abre la puerta con una tarjetita. ¡Mierda!, pensé como un campechano.

Hola, soy Julieta Piripipí, bla, bla, bla (léase con voz de Homero). Ta fuerte la guacha, pensé, pero creo que no la logré enamorar con mi traje negro y mi camisa lila (bien bala, seh). Me hizo preguntas, experiecia laboral, por qué viniste a esta empresa, más blablablá, y yo pensaba en preguntarle una única cosa: ¿cuánto pagan acá, rubita tetona?, pero no. Esperé y ella solita me dijo el monto. Te montan. Ganás poco, pero trabajás seis horas cinco días a la semana. Bastante. Después, me tocó la prueba más compleja: Tenés que dibujar en este papel un hombre bajo la lluvia, me dijo. Tomé el lápiz y de toque hice el dibu. Con paraguas y con piso, porque dicen que eso es lo fundamental. Muy bien, Matías, si quedás seleccionado, seguimos en contacto para la segunda entrevista. Bueno, muchas gracias, le dije con una sonrisa.

Salí ¡¡¡y había un piquete en la puerta de la empresa!!!. Los empleados se manifestaban a todo bombo y puteadas para el dueño de la empresa que, para variar, decían, es un tránfuga. Yo, con jeta de póquer, salí, me hicieron un chiste de poca gracia (¡apa! ¡un aristocrático de corbatita!), me sonreí, respondí con una ironía tajante (ah, ¿vos sos el de la revolución de los sin corbata?), se rieron algunos, me dieron un panfleto, lo agarré para luego leerlo y, después de avisarles que sólo salía de una entrevista de trabajo (tal vez me habían confundido con un tipo de poder o algo así por el traje), los saludé. El que me hizo el chiste me gritó: Ojalá en un mes estés manifestándote con nosotros acá, che. Giré, le dediqué una sonrisa y comencé a enterarme algunas cosas del lugar de donde había salido vía panfletito sindicalista.

NOTA: Si llaman, habrá segunda parte. El título delata que me tengo fe.

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