dejares
era un loco de verdad. el cornudo pescó a un tipo extraño totalmente fuera de sus casillas haciéndole piruetas a su mujer sobre su propia cama. el engañado entró a la habitación y sacó de su cajón un arma, mientras el acto se seguía consumando. nadie parecía percatarse de su presencia. el tipo extraño fuera de sus casillas no se movía, ni siquiera escapaba a pesar de esa tentadora ventana a su derecha, a sólo un metro. tampoco se le notó ni una pizca de duda en su bamboleo sexual cuando el cornudo le apoyó el arma en la mollera. ni siquiera lo miraba o pestañeaba, sólo observaba los labios tensionados de la mujer e incrementaba el ritmo del vaivén mordiéndose la comisura.
cuando su mujer dejó de gritar desencajada de placer en ese alarido furioso y final, el hombre extraño fuera de sus casillas le sacó el arma y la revoleó mientras el cornudo lloraba y sudaba diciéndole cosas inconexas relacionadas a la muerte y a su madre.
el hombre extraño fuera de sus casillas se vistió sonriente, luego besó a la mujer en la boca con pasión y asco a la vez. la dejó boquiabierta, juntó lo que quedaba de su ropa y se fue empujando a la víctima del adulterio al rincón del cuarto.
abrochándose la blusa, la mujer en la cama dándole la espalda, el frío y la humedad de la pared penetraban en su dorso, y lo único que brillaba en el apagón de la noche era el reflejo en sus ojos de esa browning descansando en el parquet.
era un loco de verdad. el cornudo pescó a un tipo extraño totalmente fuera de sus casillas haciéndole piruetas a su mujer sobre su propia cama. el engañado entró a la habitación y sacó de su cajón un arma, mientras el acto se seguía consumando. nadie parecía percatarse de su presencia. el tipo extraño fuera de sus casillas no se movía, ni siquiera escapaba a pesar de esa tentadora ventana a su derecha, a sólo un metro. tampoco se le notó ni una pizca de duda en su bamboleo sexual cuando el cornudo le apoyó el arma en la mollera. ni siquiera lo miraba o pestañeaba, sólo observaba los labios tensionados de la mujer e incrementaba el ritmo del vaivén mordiéndose la comisura.
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abrochándose la blusa, la mujer en la cama dándole la espalda, el frío y la humedad de la pared penetraban en su dorso, y lo único que brillaba en el apagón de la noche era el reflejo en sus ojos de esa browning descansando en el parquet.
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ah, para los que no sabían, capítulo cincuenta y nueve de chico de country.
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voyeur
Etiquetas: hombres, mis textos, mujeres