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¿Querías ver un amanecer?

Amanecido 15.30 con la remera violeta -ruina de polillas insistentes y desgaste de años y años-, acústico de Divididos en volumen 20 de Aiwa que le cuesta leer cds copiados -como éste-, todavía sin atender el cabello, con un texto merodeándome las sienes, las perras ya dormidas en el sillón de mi casa -ni ganas de sacarlas, ni siquiera retarlas, sólo ternura (curiosa ternura de cotidianeidad)... Camino al baño veo en el living tomando leche descremada con café a mi abuela -autista de sus cuidados extremos para no perecer y víctima de esa soledad de viuda y jubilada, lo que sería como una soledad al cuadrado (con tu permiso Joaquín)-...

Entro al baño y quisiera meter la jeta debajo de la canilla, de frente, dislocarme el cogote para hacerlo, pero no. Me la termino refregando como a diario, pensando que la barba debería ser afeitada ya, aunque sabiendo que no hay ninguna razón extrema para hacerlo, entonces, decido lo que siempre hago sin decidir. No se afeita, la barba no se afeita, la barba no se afeita, la barba no se afeita, a sonido de tribuna en pena... Me sueno la nariz con las manos y mezclo moco con agua -gesto asqueroso si los hay, pero quién no lo hizo alguna vez-, lavado de dientes a la perfección -tal vez mi única perfección en este tipo de condiciones ¡Hay que cuidar las cosas buenas, che!-, y salgo del baño mejor que antes, pero de forma imperceptible. Porque a nadie se le ocurre olerle la boca a un tipo despeinado de tal forma al salir del baño, es más, generalmente se evita ejercer la función del olfato en sí.

"Te dejé dormir porque estás muy resfriado, roncabas y todo", dice mi abuela y yo la miro con rostro de "no está tan bueno almorzar a esta hora, pero gracias igual, siempre gracias". Heladera, Coca-Cola, aaaaghhh, que alivio ¡Fuego muere! Ahora sí: comenzó el día. "Te caliento la comida", "Seh".

El mito de Sisifo, de Camus, tal como lo dejé anoche, en esa condición de papelerío sabio que merece ser leído y que atrapa con su complejidad y todo. Leer cinco líneas no son cinco líneas nomás, pensaba tipo 4 de la madrugada. Entonces me di cuenta una cosa que tal vez pueda transformar en un pensamiento universal y sin registrar nada, como siempre perdiendo guita: la vida de todo adolescente leído que quiera enterarse de algunas cosas se divide en un antes y un después de la dupla Sartre-Camus. Y después Nietzsche, claro. Algo de Wilde como para recordar al viejo Groucho y ese estilo. Ah, y el que no haya escuchado "Vodoo Child", de Stevie Ray Vaughan que se muera ya mismo.

Arnedo hace gala de que tiene nueve dedos en cada mano, y yo entro en calor las manos con este texto mientras como empanadas de humita con asco, a pesar de que me gustan mucho. Nunca es sano amanecer a esta hora, y mucho menos si no hay una buena excusa.

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