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-¿Me acompañás a un lado? –me dijo y yo no sabía que era un anzuelo. Estaba disperso. Pensando otra cosa, qué se yo.
Nos subimos al auto, trabé las puertas, puse primera, arrancamos suavemente, porque no me gusta manejar a los tironazos cuando llevo damas en mi auto, y recién en ese momento se me ocurrió preguntar: “¿A dónde vamos?”. Y pum, martillazo en la cabeza: “Tengo que hacer unos trámites”. ¡¿Trámites?! ¡¿Cuándo acepté todo esto?! ¡A mi novia acompañaría a hacer trámites! ¿¡No te das cuenta que no hay tanta confianza!? Sexo, tu casa, mi casa, bañarnos, hotel, salidas, besos en público, okey... ¿¡pero tráaaaamites!?
Fui y lo soporté con todos los pesares, pero poco después dejé de verla. Sin ser mi novia pretendía que la acompañara a hacer ¡uuuunos tráaaaamites...!. Si seguía así, cuando nos llegara el compromiso estaría obligado a acostumbrarme a la sala de espera de las casas de depilación y leería esas revistas como las viejas de peluquería.

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  • un tipo que escribe lo que su miopí­a galopante le permite ver.
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