no es como los demás guionistas. el guionista no tiene imaginación. sus textos son imágenes recortadas de la realidad, personas que ha conocido, narices que le han llamado la atención, actitudes impresentables, gentilezas evidentes, recortes y más recortes de lo que puede ver y escuchar. ese es su trabajo: ver y escuchar mejor que los demás. vivir de los entrelíneas de la vida.
hay días en que el guionista tropieza con su textos. camina por la calle y algo que le sucede merece ser escrito irremediablemente. como aquella vez en que en la plaza lo encaró un borracho que le decía que componía letras de canciones, que él tenía un don para eso y que en una época ganó dinero con aquella cualidad, no inventa ni busca en ese caso sus historias, sino que sus historias lo buscan a él. vive para escribir.
también hay otra forma en que llega a un nuevo trabajo, una forma en que las cuotas de realidad y fantasía son equilibradas. supongamos, cuando se pelea con su novia y en medio de la pelea se le ocurre una respuesta perspicaz, pero hiriente. en ese momento, el guionista no dice nada y cuando vuelve a casa está triste, pero con la seguridad de que tiene algo que escribir porque su héroe interno se lo aclama.
y hay días en que al guionista no se le ocurre nada. en que su entorno no tiene historias, en que no hay recortes de nada interesante en su cabeza, en que ni siquiera leer esos manuales estúpidos que se compra a tres pesos para alimentar sus ocurrencias le regalan media imagen para escribir algo.
esos días el guionista se para y grita:
-¡¿a nadie le pasó un carajo esta semana?!
hay días en que el guionista tropieza con su textos. camina por la calle y algo que le sucede merece ser escrito irremediablemente. como aquella vez en que en la plaza lo encaró un borracho que le decía que componía letras de canciones, que él tenía un don para eso y que en una época ganó dinero con aquella cualidad, no inventa ni busca en ese caso sus historias, sino que sus historias lo buscan a él. vive para escribir.
también hay otra forma en que llega a un nuevo trabajo, una forma en que las cuotas de realidad y fantasía son equilibradas. supongamos, cuando se pelea con su novia y en medio de la pelea se le ocurre una respuesta perspicaz, pero hiriente. en ese momento, el guionista no dice nada y cuando vuelve a casa está triste, pero con la seguridad de que tiene algo que escribir porque su héroe interno se lo aclama.
y hay días en que al guionista no se le ocurre nada. en que su entorno no tiene historias, en que no hay recortes de nada interesante en su cabeza, en que ni siquiera leer esos manuales estúpidos que se compra a tres pesos para alimentar sus ocurrencias le regalan media imagen para escribir algo.
esos días el guionista se para y grita:
-¡¿a nadie le pasó un carajo esta semana?!
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hoy, capítulo veintidós de chico de country. ...
voyeur