
todo esto responde a los gestos clásicos de una especie de gente que me cuesta digerir: los psicólogos; siniestros escuchas que con un ahá y un mmm algo acentuado pretenden hacernos presumir que nos están oyendo, que nos toman en serio y todo eso, cuando en realidad lo único que piensan es: qué suerte que no soy usted.
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