es terrible. el verano es terrible, pero no durante el día, cuando las mujeres andan más sueltas de ropas y me cautivan con sus cogotes desnudos y su pelo recojido, cortina abierta. tampoco en el transcurso de la tardenoche, cuando el viento sopa al menos un poquito y tomar una cerveza con palitos, maní y papas fritas es una especie de lujo burgués que podemos disfrutar sin ponernos colorados. el verano es terrible por la noche, cuando las paletas del ventilador deberían ser cien, cuando no hacemos ni un movimiento, boca arriba en la cama, sin siquiera pensar para no sudar más, mente en blanco. ya es suficiente con la sábana y el colchón húmedo de transpiración. ¿bañarme? nah, hace veinte minutos que me bañé, lo hice poco después de la cena y no me agarró ningún calambre en el estómago. ni siquiera tengo intenciones de leer por no poder dormirme o prender la televisión para no aburrirme, ni siquiera escuchar música para pasar el rato. la tv genera calor, el libro genera calor, el equipo también. ¿cómo? no tengo la más remota idea, pero todo me da calor.
me levantó harto de la cama, 4am según el reloj del comedor, y yo todavía renegando, hubiera dicho mi abuela. en el living tampoco hace frío; uno tiene esas esperanzas insólitas a veces. me dormí y no recuerdo en qué momento. amanecí en la mesa del comedor, en boxer, apoyado sobre mis brazos. me despertó la luz de sol casi a las seis. otra vez sol. otra vez calor. no era otra de esas historias en que los autores, ante la ausencia de un final, dicen que todo había sido un sueño.
me levantó harto de la cama, 4am según el reloj del comedor, y yo todavía renegando, hubiera dicho mi abuela. en el living tampoco hace frío; uno tiene esas esperanzas insólitas a veces. me dormí y no recuerdo en qué momento. amanecí en la mesa del comedor, en boxer, apoyado sobre mis brazos. me despertó la luz de sol casi a las seis. otra vez sol. otra vez calor. no era otra de esas historias en que los autores, ante la ausencia de un final, dicen que todo había sido un sueño.
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