despertares
encuentro ocasional. ya estaba acostumbrado, pero él por la mañana precisa tomar agua. siempre despierta con sed. entonces, se levantó, porque después de todo estaba en su casa, y fue desnudo hasta la heladera.
en el camino, pateó el borde de la cama como le sucede desde hace quince años y otra vez ese dolor en el dedo meñique maltratado. esta vez, quejido silencioso. no quiso despertarla, patearle la cama fue suficiente.
abrió la heladera mirándola de perfil en el monoambiente económico que había conseguido y estaba despierta. lo miraba con el rostro del desconocimiento y él conocía esa sensación. ya le había sucedido de amanecer en casa ajena y arrepentido. ella lo miraba y él interpretó que también había un poco de horror o arrepentimiento en su rostro.
se miró sin mirarse y se dio cuenta de lo que podría producir aquel desalineamiento con el que él solía despertarse, la panza ya crecida de los treinta y pico, los demasiados pelos en el culo que nunca le gustaron, su marca de la almohada en la cabeza como si fuera un coreano de supermercado, las ojeras... bueh, aquel estado repetitivo en que despertaba cada día e injería agua sin reparos estéticos.
todo eso en segundos, mientras ingería e ingería agua y bañaba su interior, y ella lo miraba cada vez más arrepentida; aunque no lo demostraba, porque era una estatua, él lo sabía.
entonces, cuando iba a ofrecerle un poco de agua, porque tal vez ella también podría tener un poco de sed, no pudo evitarlo y tuvo que justificarse.
-perdoná la facha, pero es que tuve un sueño terrible.
a ella le pareció muy gracioso, se rió, luego le pidió un poco de agua y tomó también del pico. todavía salen.
encuentro ocasional. ya estaba acostumbrado, pero él por la mañana precisa tomar agua. siempre despierta con sed. entonces, se levantó, porque después de todo estaba en su casa, y fue desnudo hasta la heladera.
en el camino, pateó el borde de la cama como le sucede desde hace quince años y otra vez ese dolor en el dedo meñique maltratado. esta vez, quejido silencioso. no quiso despertarla, patearle la cama fue suficiente.
abrió la heladera mirándola de perfil en el monoambiente económico que había conseguido y estaba despierta. lo miraba con el rostro del desconocimiento y él conocía esa sensación. ya le había sucedido de amanecer en casa ajena y arrepentido. ella lo miraba y él interpretó que también había un poco de horror o arrepentimiento en su rostro.
se miró sin mirarse y se dio cuenta de lo que podría producir aquel desalineamiento con el que él solía despertarse, la panza ya crecida de los treinta y pico, los demasiados pelos en el culo que nunca le gustaron, su marca de la almohada en la cabeza como si fuera un coreano de supermercado, las ojeras... bueh, aquel estado repetitivo en que despertaba cada día e injería agua sin reparos estéticos.
todo eso en segundos, mientras ingería e ingería agua y bañaba su interior, y ella lo miraba cada vez más arrepentida; aunque no lo demostraba, porque era una estatua, él lo sabía.
entonces, cuando iba a ofrecerle un poco de agua, porque tal vez ella también podría tener un poco de sed, no pudo evitarlo y tuvo que justificarse.
-perdoná la facha, pero es que tuve un sueño terrible.
a ella le pareció muy gracioso, se rió, luego le pidió un poco de agua y tomó también del pico. todavía salen.
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