vino. el hijo de un amigo vino a casa. quiero decir, también vino mi amigo y su mujer, pero parece que cuando se tiene un hijo las cosas son así. el que va, viene y se queda es el hijo. los padres acompañan para que no se caiga y cambiarlo cuando se hace pis o caca.
abrí la puerta y ya tenía la corbata desanudada. no tenía más ganas de nada, sólo de sacarme los zapatos en mi habitación, las medias y caminar descalzo por el suelo frío.
fiesta. es el cumpleaños de compañero de trabajo. un tipo de esos con dinero, vestido elegantemente, de zapatos brillosos por nuevos y no por pomada. el tipo nació en cuna de oro y no se lo puede culpar por eso. me invitó. duda. ¿me llevo mal?. no. ¿tengo algo mejor que hacer?. no. entonces voy.
grotesco x 2.
otro portazo. ya estaba harto. los dos estábamos hartos. pelea, pelea y más pelea. estupideces, claro. celos tontos. demasiados llamados al día. yo se lo había anticipado: no me llames tanto, odio que me persigan. y ella no, dale y dale llamarme.
no se el porqué. ni tampoco cómo se me ocurrió, pero tuve la idea de decirle aquello.
es terrible. el verano es terrible, pero no durante el día, cuando las mujeres andan más sueltas de ropas y me cautivan con sus cogotes desnudos y su pelo recojido, cortina abierta. tampoco en el transcurso de la tardenoche, cuando el viento sopa al menos un poquito y tomar una cerveza con palitos, maní y papas fritas es una especie de lujo burgués que podemos disfrutar sin ponernos colorados. el verano es terrible por la noche, cuando las paletas del ventilador deberían ser cien, cuando no hacemos ni un movimiento, boca arriba en la cama, sin siquiera pensar para no sudar más, mente en blanco. ya es suficiente con la sábana y el colchón húmedo de transpiración. ¿bañarme? nah, hace veinte minutos que me bañé, lo hice poco después de la cena y no me agarró ningún calambre en el estómago. ni siquiera tengo intenciones de leer por no poder dormirme o prender la televisión para no aburrirme, ni siquiera escuchar música para pasar el rato. la tv genera calor, el libro genera calor, el equipo también. ¿cómo? no tengo la más remota idea, pero todo me da calor.
¿para qué? ¿para qué tener amigos?
volvió. como toda idea obsesiva, volvió.
ocio. soy defensor del ocio. me parece bien, y además justo, hacerse tiempo para no hacer nada. no hacer lo que deberíamos hacer. postergar. quiero que haya más tiempo de eso y no de lo otro. y no hablo de vacaciones.
almuerzo laboral. seis flamantes compañeros de trabajo. todos de traje. la moza limpia las migas de pan de la mesa. pedimos gaseosas y ojeamos el menú del día. ravioles con estofado, pedí. hablamos de mujeres. el noticiero repasa noticias. por ser una oficina sin mujeres hablamos demasiado de mujeres.
mismo examen. sigo contando el psicológico. dibujo el típico hombre bajo la lluvia. había que hacerlo con paraguas, piso y, según me enteré después, cada nube es un problema. yo tengo tres, entonces.
nunca lo había dudado. no.
ni siquiera dudó cuando las gotitas (tachadura) derraparon por el vidrio de su ventana y le develaron que llovía; a su edad, ya no estaba para andar haciéndose el adolescente mojándose debajo de la lluvia. de todas formas, iría. podríamos decir que marcial campos es un tipo que tiene un gran sentido de la responsabilidad, que la gente confía en él, que es un tipo derecho, de esos que no resignan su palabra y hasta podríamos decir que no le teme a la lluvia; que le importa un bledo mojarse (tachadura extensa, como de cinco palabras) un poco los pies y ensuciarse las botamangas. podríamos decir todo eso y más, pero no lo haremos porque, en realidad, marcial campos se había escapado de su trabajo, con lluvia y todo, para ir al parque a encontrarse con laura.
luego la psicóloga me preguntó si lo tenía pensado o si lo improvisé ahí nomás. le respondí que lo único que tenía pensado era el nombre del tipo porque era el protagonista de mi novela, pero que lo demás había sido inventado. me miró en silencio y agregué: bueno, también conozco a laura y le juro que vale la pena ir por ella bajo una lluvia como esa. la psicóloga sonrió y me preguntó qué hacía yo entrando a trabajar a un lugar así. yo tuve miedo, pero ya había firmado contrato.
voyeur
psicológico. examen preocupacional. disconforme por lo que viene. no el psicológico. dicen que en el examen físico te tantean el culo. una mina pasa: estás atendido, me pregunta. sí, me dijeron que... ah, está bien, está bien, está bien, me interrumpió mientras se iba caminando a vaya saber qué lado. loca de mierda, pensé fastidioso.
una noche prolífica. una de esas en que siento esa sensación en los nudillos y todo se vuelve genial para escribir. para gastar los dedos en estupideces así. como si de un momento a otro, en esta catarata vomitiva y aleatoria de frases continuadas, las palabras comenzaran a fluir y eso terminara en un cuento al que voy a ponerle el punto final de madrugada con la sensación de que ha valido la pena. un cuento que voy a tener que pulir mañana, con la benemérita tolerancia de soportar el tedioso trabajo de la corrección, y que luego de la relectura, e incluso de la poda indiscriminada de frases sin sentido, tal vez se borrará por considerarlo todavía otro delirio nocturno inentendible.
se encerró. entró al baño de una corrida y se encerró. no llegué a detenerla. plum, el portazo y yo a mitad de camino.
traté de callarme.
cumplo años. hoy, sí, hoy cumplo años. veintitrés, sí. se supone que debo sentirme más grande. festejar. ¿festejar?. sí, festejar. porque es un ritual popular, entonces, se festeja y punto, eh. nada de andar haciendo la vida normal cuando uno cumpleaños. festejemos la supervivencia de doce meses. ¡no nos hemos muerto! ¡viva carajo!. deberíamos hacer un minuto de silencio por los que no han llegado a la meta durante estos últimos doce meses. pobre gente... ¡pero yo lo logré! ¡sobreviví! entonces: ¡pepé, pepé, pepé!. pero estoy cansado. uffffffff, qué cansancio. llega fin de año, no me alcanza la guita para los regalos, para las vacaciones, que venga el aguinaldo, ¡eso! ¡aguinaldo carajo! otro motivo para festejar, vení, hagamos el trencito, che, y con el tinto que tengo en el lomo, le toco un poco el culo a mi cuñadita que está 10 y medio, de onda, sin que mi chica me vea, de festejo, porque cumplo años nomás, porque siempre me pareció que me tiraba onda y porque ahora me mira de reojo sonriente. porque yo, marcos, soy otro sobreviviente y ella está para matarla.
algo anda mal. la taza de café frío sobre mi mesita de luz, seguro hay un poco chorreado en el suelo, siempre chorreo cuando a la noche me llevo el café a la cama; los discos desparramados sobre el escritorio, mis discos desordenados otra vez. debería lavar de una vez por todas la sábana, hay un libro sobre la cama, empezado y abandonado por poca tolerancia y el separador en cualquier página; señal de que me enojé, de que no pude seguir. he pasado una noche genial, no ha sido ésta, dice groucho en el señalador, o tal vez diga un día genial u otra cosa genial. me reclamo: un libro, otro, uno más que no leí, sobre las mejores frases del marx gracioso, del marx que me hace marxista.